Betilo

Si algo tiene de particular y para mí de relevante Betilo, esa asociación nacida hace un lustro con el único objetico de la defensa, conservación, difusión y disfrute del Patrimonio Histórico de El Puerto de Santa María, además de esto último, como digo, es su independencia económica como una ‘rara avis in terris’ dentro del micro mundo del asociacionismo. 

Betilo no se deja seducir por el clientelismo que tantas veces corrompe el espíritu de las asociaciones. Con más de cien socios de pago, esta entidad se financia a sí misma, lo que le permite una libertad de acción y de pensamiento que pocas pueden ostentar. Aquí no hay lugar para las ataduras de las subvenciones que, aunque socorridas, a menudo vienen con hilos invisibles que limitan la espontaneidad y la capacidad de protesta. Eso de ser libres para poder protestar, para poder opinar, y para poder organizar sin cortapisa alguna, sí que no tiene ni precio ni subsidio que lo valga. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen.

La celebración de su quinto aniversario no podía ser menos que un reflejo de su esencia. Una exposición con obras de veintisiete pintores que redescubren el patrimonio porteño desde diversas perspectivas es el broche de oro para estos cinco años de arduo trabajo y dedicación. La Sala de Exposiciones del Hospitalito se convierte en el escenario perfecto para esta muestra singular, un espacio donde el arte y la historia se entrelazan para ofrecer una nueva mirada sobre lo conocido.

Pero Betilo no se detiene ahí. En el enfático Castillo de San Marcos, la directora general de Hispania Nostra, Bárbara Cordero, ofreció una charla sobre ‘Asociacionismo y Patrimonio Histórico’. En este encuentro se destacó la importancia de las asociaciones independientes en la conservación y protección de los elementos patrimoniales de nuestras ciudades. Un recordatorio de que la defensa del patrimonio no es solo una cuestión de recursos, sino de voluntad y compromiso.

Así, en su quinto aniversario, Betilo no solo celebra su existencia, sino que reafirma su compromiso con El Puerto de Santa María y su patrimonio. Una celebración que es, en sí misma, un acto de amor y de resistencia.