La Biblioteca Pública

El Alambique

07 de febrero 2025 - 08:38

Al mueble bar de mi casa tardaron en llegar los libros. No fue hasta mediados de los 70 cuando hubo que hacerles sitio entre las botellas de licor, los perros de porcelana y las fotos de comunión. Los traía cada dos meses un señor de negro con un maletín a juego. Una especie de ditero cultivado. Se presentaba como agente del Círculo de Lectores, lo que, tal vez influenciado por Mortadelo y Filemón, me llevó a mirarle con cierta desconfianza. Duró poco la alegría de leer en la casa del pobre. En uno de los habituales cracs en la bolsa de los mandaos de mi madre, mi padre se dio de baja.

No, yo no estaba destinado a ser lector. Hasta que el guion de la serie de mi vida dio un espectacular giro argumental. Apareció de pronto un personaje secundario que fue ganando relevancia conforme el protagonista crecía. D. Antonio Muñoz-Repiso, profesor de EGB en SAFA, casi cincuenta años ya ejerciendo el magisterio con este alumno despistado que sigue parando por Babia, nos mandó un trabajo de Sociales y nos dio las coordenadas del mapa del tesoro para toda la vida: la biblioteca pública (hoy Biblioteca María Teresa León). El acceso a ese templo secular del conocimiento abierto al mundo y a todo el mundo, a través del salvoconducto del carnet de socio, me cambió la vida. La biblioteca, como la playa, fue la gran diversión gratuita de los veranos de mi adolescencia.

Dice Irene Vallejo que “las bibliotecas nos cuidan y por tanto tenemos que cuidarlas”, más aún en este tiempo de canallas en el que hay pocas reivindicaciones más urgentes que defender la dignidad de lo público. Entrar en las bibliotecas municipales María Teresa León y Rafael Esteban Poullet, pedir ayuda a las trabajadoras que cumplen con el humilde afán de dar de leer, me sumerge siempre en un entusiasmo meláncolico, de otro tiempo.

Nadie sabe muy bien dónde está cuando se adentra en las profundidades de las estanterías a la búsqueda de un libro. No para pasar el tiempo, sino para fecundarlo. Un libro que no es de nadie porque es de todos. Un libro que es patrimonio material de la vecindad.

Borges siempre imaginó que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca. En el mío, hay una playa familiar, unas dunas de arena dorada y movediza y una biblioteca pública.

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