
El Alambique
Jesús Andrades
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Tribuna Económica
Los aranceles perjudican a todo el mundo. Se oye por todas partes, pero conviene explicarlo. Lo hace la teoría de la ventaja comparativa afirmando que los obstáculos al comercio frenan la especialización y perjudican al bienestar y a la eficiencia de la economía. Se puede entender con un sencillo ejemplo de dos personas, un economista (E) y un administrativo (A), que trabajan ocho horas diarias. Supongamos que (E) es el doble de eficiente que (A) en las tareas administrativas, pero si tiene que dedicar cuatro horas diarias a la contabilidad y administración de su despacho deja de ingresar una importante cantidad de dinero. Se conoce como coste de oportunidad, que suponemos también mayor que el de contratar a (A) durante ocho horas. Lo que establece la teoría de la ventaja comparativa es que los dos se benefician contratar a (A) como administrativo, la opción menos costosa, que también implica la especialización de ambos, incluso si uno es más eficiente que el otro en las dos funciones.
El establecimiento de un arancel (un impuesto a las importaciones) es una medida de carácter proteccionista, que eleva el precio de los productos importados y permite que los productores locales desplacen del mercado a proveedores extranjeros. Destaquemos cuatro consecuencias para la economía del país, de las que dos son positivas y dos negativas, pero fijemos antes el concepto de excedente. El excedente del consumidor es la diferencia entre el precio que los consumidores estarían dispuestos a pagar por un bien y el que establece el mercado. El excedente del productor es la diferencia entre el precio del mercado y al que el productor estaría dispuesto a producir ese mismo bien.
La primera consecuencia positiva del arancel es que el excedente de los productores aumenta, lo que permitirá incrementar la producción y el empleo, y la segunda que, puesto que el arancel es un impuesto, también aumentan las rentas fiscales del país. Las consecuencias negativas son, por un lado, que al desplazar el productor local al proveedor externo más eficiente, la eficiencia global de la economía se reduce. Por otro, que el excedente de los consumidores disminuye y con ello lo que solemos identificar con bienestar general o material.
El efecto final del arancel sobre la economía depende del saldo de consecuencias positivas y negativas, justificándose la extendida opinión sobre la prevalencia de los perjuicios por la convicción de que las negativas son probablemente bastante mayores. Las universidades de Harvard y California publicaron en 2020 un estudio que estimaba en torno a 1.000 los empleos creados en Estados Unidos a raíz de la subida de aranceles al acero y aluminio en 2018 y en 75.000 los destruidos en el sector manufacturero.
Es probable, por tanto, que los aranceles perjudiquen el bienestar y la eficiencia, aunque a veces puedan justificarse. Por ejemplo para ayudar temporalmente a que una actividad incipiente pueda llegar a consolidarse, pero sobre todo como medida compensatoria en el caso de dumping (subvenciones y otras formas de protección en origen) y como represalia, que sería el caso de la respuesta europea al arrebato arancelario de Trump.
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