Bretón, Montero y Alves: 'El Odio'

31 de marzo 2025 - 06:00

La actualidad nacional está marcada por la Justicia, semana a semana. Unas veces por los escándalos de corrupción, otras por las reformas legislativas que solo gustan a los lameculos. En los últimos días el debate ético-jurídico que hemos mantenido los españoles ha tratado sobre la puesta en venta o no de El odio, el ensayo literario sobre José Bretón y su horrible crimen escrito por Luisgé Martín para Anagrama. Es con asuntos de esta índole cuando se diferencia la figura del jurista de la del lego en derecho, y donde con más claridad se aprecia la doble moral con que trufan algunos sus intervenciones públicas.

El jurista pondera el choque de derechos: el de creación literaria y el de la intimidad, el daño moral a las víctimas y la libertad de expresión. El lego se solidariza con la madre de los chiquillos y demuestra que el odio no es el de Bretón a aquélla, sino el de los ciudadanos al parricida recién confeso. Da igual que el que clama venganza no se lea ni el prospecto del Paracetamol, las hordas justicieras pidieron la prohibición del libro, el boicot a la editorial, y no han cancelado aún a Luisgé por ser quién es, probablemente.

Multitud de librerías de toda España han manifestado que, diga lo que diga la Justicia, no van a tener El odio en sus estantes. Del mismo modo, intelectuales con enjundia han dicho que están de acuerdo con que se venda, pero que jamás leerán un bodrio repugnante como ese. Ni Capote, ni Carrère, ni true crime. Anagrama ha emitido ya dos comunicados retrasando la distribución de la obra hasta que la justicia resuelva las medidas cautelares, primero, y el recurso del Ministerio Fiscal, después. Como vuelva a desestimarse la petición del secuestro editorial, no sabemos ya qué hará Anagrama con este regalo envenenado. Pobre Luisgé.

Yo le recomiendo a este magnífico autor que se plantee hacer una saga de libros sobre el odio, empezando por los casos de Juana Rivas, o de Dani Alves. O sobre casos que ya se hayan llevado a la televisión. Mientras los jueces digan lo que acepta el sentir del jurado popular itinerante, todo irá bien, pero en el momento en que se absuelva a una persona previamente culpabilizada por la ciudadanía, la justicia pasará a ser machista, fascista y patriarcal, aunque dos de las ponentes de la sentencia sean mujeres y feministas. Curiosamente, a muchos de los que se escandalizan hoy les pareció genial que Évole entrevistara a Josu Ternera. Y viceversa.

Lo malo de que mucha gente no haya tenido la desdicha de vivir en una dictadura es que se cree que todo fue igual siempre y minusvalora la presunción de inocencia, como la chabacana ministra María Jesús Montero, que prefiere vender públicamente su imagen de solidaridad con el feminismo del "hermana, yo sí te creo" antes que respetar el estado de derecho y las libertades públicas. La ministra de Hacienda adopta una pose de indigente intelectual espetando que es una vergüenza que se diga que la presunción de inocencia está por delante del testimonio de mujeres jóvenes. Pues por supuesto, ¡faltaría más! El problema es que Montero no es una analfabeta, pero la que carece de vergüenza es ella. Ni la tiene para dimitir, ni el Presidente del gobierno para cesarla. Es mejor dejarla en su puesto para que pueda ser odiada con mayor facilidad. Mejor a ella que a mí, pensará Sánchez.

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