Brisa

El Alambique

14 de septiembre 2024 - 07:01

Si la previsión se cumple, cuando lean esta columna el sábado, el viento de levante desmentirá mis palabras, pero mientras las escribo parece que el tiempo meteorológico y el calendario se hubieran puesto de acuerdo en estas últimas semanas. Agosto cumplió con el calor y nos hizo pasar por temperaturas cálidas aliñadas con una humedad asfixiante. Septiembre ha comenzado clemente y las brisas se han encargado de refrescar la sensación agobiante que habíamos sufrido día y noche. En paralelo, la menor afluencia de turismo devolvía calles transitables, mesas libres, tráfico relajado, ruido mucho más soportable.

El miércoles salimos por el centro. Fue una delicia. Los últimos coletazos de turismo, mucho menos numeroso, más tranquilo, dejaba calles ambientadas y agradables, posibilidad de tapeo y de paseo, una grata impresión de haber recuperado una ciudad inapresable en agosto. Tomamos unos vinos, charlamos sin prisa con los amigos, disfrutamos de música en directo sin agobios… Es como si durante esas semanas de agosto, se abandonara la localidad con resignación a quienes la reconquistan con periodicidad anual.

No creo que haya que demonizar el turismo. Está claro que es una fuente de ingresos necesaria para la zona, pero habría que estudiar detenidamente qué medidas tomar para no cargarse la gallina de los huevos de oro. No creo que la turismofobia tenga sentido y, entre otras cosas, es incoherente porque quienes la asumen se convierten en turistas cuando salen de viaje a otros destinos. Se trata más bien de establecer medidas que protejan la ciudad y a sus habitantes; de atraer un turismo sostenible, que no haga la vida imposible a los vecinos que la habitan los doce meses del año. Se trata de cuidar la convivencia, sin más.

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