De bulos, bulerías y bollería

Calculo que vivimos un injusto e inoportuno diluvio de bulos, burdos bulos y mucho barullo ensordecedor en redes sociales de nulo interés general. Nos rodeamos de bullies con báculos, esa gente que hace bullying con los bulos confusos. De chulos y garrulos. Y de funambulistas, sonámbulos y noctámbulos empastillados montando bulla. De aboulomaníacos y gente de toda edad con abulia u otros desórdenes que dan flojera para tomar decisiones sensatas. De bulldozers de la mente y del alma. De élites y conciliábulos con bula papal que ahora podríamos llamar bula de Wall Street o de Soros para hacer lo que les salga del baúl. De mulos de carga estabulados, emasculados, con apellidos extranjeros, carne de trullo. De bulldogs con cara de gente y viceversa. De rulas y turulos y canutos en los congresos y las fiestas. Calles con bolardos y clubes como el Buzo. Fabricantes y vendedores de bulones de acero inoxidable -¿alguien sabía lo que son los bulones?-.

Nos hinundan bulgares faltas de hortografía por todas partes. Y nos estrangulan los alquileres hipotecantes de zafios zulos indignos para jóvenes que no tienen donde posar el culo. De muslos al aire, depilados, tatuados y sin burkas. Niñas y no tan niñas con bulimia. Y bajo el yugo del botulismo. Y de los besugos y los tapaculos fritos y el bulgur sin gluten de Bulgaria. Del exceso de salsa bullabesa. De bebidas energéticas con toros rojos. De ensalzamiento de la gula, el único gran pecado con sabor a langostino y bogavante. Cabalistas seguidores de Abulafia, fans de Sandra Bullock y nostálgicos de Paco Buyo.

De abulenses, habitantes de Boulogne-Sur-Mer y de Bula (Filipinas) no tanto, es cierto, pero no me vendría mal si deambulo por ahí mientras confabulo, formulo y manipulo bulos, patrañas, embustes y trolas en pos de un nuevo rumbo. Sálvennos del muro que se levanta tras el floreciente capullo. Sálvennos de las bulerías postelectrónicas y neomodernas. Y, por supuesto, de la bollería industrial.