Cádiz, anclada en el nomenclátor

Letras Capitulares

La espera de que la ciudad experimente avances se alarga mientras la atención sigue centrada en asuntos tan banales como el nombre de los espacios públicos

Retirada del antiguo rótulo del estadio municipal Nuevo Mirandilla, en agosto de 2021.
Retirada del antiguo rótulo del estadio municipal Nuevo Mirandilla, en agosto de 2021. / Jesús Marín

20 de diciembre 2024 - 07:00

No es un día de la marmota como tal, sino una sensación de estar anclados en el mismo sitio, en la misma preocupación, en dinámicas similares. Cádiz sigue sin avanzar, con muchos caminos pendientes de abrirse desde hace años y que siguen sin presentar novedades serias ni horizontes ciertos. La relación es tan larga como quiera el lector, según se hable de equipamientos de uno u otro tipo, de una u otra administración, de tal o cual campo de oportunidad.

Pero todo eso parece quedar a un lado, una y otra vez, cuando las novedades, la acción y la atención se centra en algo tan secundario como el nombre de los espacios, por muy públicos que sean. Sin duda, Cádiz se ha abonado a cambiar el nombre de las cosas, que es algo que Kichi y compañía podrán presumir que dejaron como herencia. En la ciudad no avanza la Ciudad de la Justicia, ni el hospital, ni va a venir ya la Facultad de Educación… pero unos y otros siguen enfrascados en el nombre que debe llevar el Estadio, cómo debe llamarse un colegio o qué pequeño espacio, por ridículo que sea, se puede rebautizar para menear un poco el nomenclátor.

Como muestra de todo esto, sirva esta última semana, que ha tenido un poco de cada cosa. En primer lugar, el debate político sobre el nombre del Estadio de la ciudad ha llegado hasta el salón de la Diputación provincial, donde el miércoles se debatió la posibilidad abierta por el Ayuntamiento de recuperar el nombre -o, mejor dicho, el apellido- Carranza; algo que aún no está decidido y que tiene pocos visos de salir adelante, sobre todo tras las últimas declaraciones en las que el propio concejal de Memoria Democrática rechazaba esta posibilidad en una confesión que a todas luces parece una inmolación a plena luz del día.

Como quiera que sea lo que tenga que ser, la Diputación gobernada por el PP ha acordado (gracias a la abstención del PP) rechazar que el Estadio se denomine Carranza, como pretende el Ayuntamiento gobernado por el PP aunque el concejal del PP de Memoria Democrática no lo quiere. Intente usted explicárselo. Y todo ello, que es lo peor, sin que la Diputación tenga absolutamente nada que decir respecto a cómo se nombra un estadio que es municipal.

Este mismo debate se reprodujo en el Ayuntamiento 24 horas después, de nuevo con los mismos argumentos, las mismas alusiones al pasado, las mismas críticas al proceso que hizo el gobierno municipal anterior para quitar el nombre de Ramón de Carranza, la misma incongruencia con el Puente… Para acabar, por ahora, en el mismo punto.

Hablando de puente, también ha sido esta semana cuando se ha sabido que el Gobierno de Pedro Sánchez está ya trabajando en la posibilidad de que José León de Carranza deje de dar nombre al puente que recientemente arreglaba el Ministerio de Óscar Puente. Otra polémica a la vista, otra vez los políticos enfrascados en buscar alternativas, las referencias a expedientes técnicos y las opciones más variopintas para renombrar este acceso a la ciudad.

Y por si los políticos no dieran ya de por sí suficiente leña con este asunto, los colectivos ciudadanos también se implican de lleno en este tipo de cosas. Y ahí anda el colegio La Inmaculada planteando ponerle otro nombre al centro. Al mismo del que presumían hace apenas diez meses con una campaña en redes sociales, y que ahora supone tanto trastorno para esa comunidad, que quiere desligarse de cualquier vínculo religioso. De hecho, en las bases del concurso convocado para la nueva denominación queda expresamente prohibida cualquier referencia al ámbito religioso, lo que no deja de ser una discriminación en toda regla.

Y para que no falte de nada, ahí anda el Ayuntamiento renombrando y bautizando ya no avenidas ni calles ni plazas, sino trozos de plazas que se han incorporado también al nomenclátor, para que no falte ingrediente alguno en este galimatías de los nombres. Así, resulta que la plaza de San Severiano ya se sigue llamando así, pero el espacio que ocupa el jardín y la fuente central se llama ahora Víctimas de la Explosicón; y los alrededores de la estación de tren de San Severiano sigue siendo la Avenida de la Sanidad Pública, salvo un pequeño trozo, colindante con el colegio Argantonio, que ha pasado a llamarse José Manuel García Gómez.

Y es que el frenesí por esto de los nombres ha llegado a tal punto, que en la ciudad ha empezado ya a nombrarse pequeños trozos de acera, como buscando rizar el rizo de esta guerra en la que anda metida la ciudad con tanto bautizo (callejero, por supuesto).

Así que el año 2024 termina sin saber bien cómo se va a llamar en 2025 el colegio de la Inmaculada, que al parecer ofende a toda una comunidad; ni tampoco cómo se denominará al puente, que hasta ahora había salvado la Ley de Memoria Democrática (con el PSOE en el Gobierno desde 2018, nada menos). No sabemos cómo se llamará el Estadio en los próximos meses, con el letrero de Ramón de Carranza retirado y el de Nuevo Mirandilla entregado y aguardando en los depósitos municipales a ser colocado, ni qué trozo de calle, plaza, banco o alcorque corre el riesgo de ser bautizado como supuesto homenaje a algún gaditano. Lo que sí está claro es que 2024 termina sin que haya comenzado obra alguna en la Ciudad de la Justicia, sin que se haya puesto el suelo del hospital a nombre de la Junta de Andalucía para empezar a construir el equipamiento, sin que se haya aclarado qué se va a destinar definitivamente a Valcárcel, y sin tantas otras cosas que bien podría ser también objeto de estas disquisiciones sobre cómo denominarlas, para que nadie se ofenda y todos terminen contentos. Quizás está ahí la clave: mejor no hacer nada nuevo para no alimentar otra polémica sobre qué nombre ponerle.

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