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Europa se parece cada vez más a un Papá Noel permanentemente dando vueltas en su trineo y entrando y saliendo de las chimeneas de las administraciones públicas. Los políticos han ido aprendiendo con el paso del tiempo algo con lo que en Cádiz estamos más que escarmentados, dar patadas hacia adelante.
Hubo un tiempo en el que anunciaban proyectos megalómanos, que incluso presentaban con infografías y diseños de esos futuros edificios, aunque con los años supimos que detrás de esas presentaciones y de esas visitas de consejeras y ministras no había un solo documento, un papel, que sustentará la operación. Ahí están de ejemplos la Ciudad de la Justicia de Tolosa Latour, la Facultad de Educación de Valcárcel o el hospital regional que ahora sabemos que lo único cierto y documentado es que Zona Franca compró el solar para adelantar una operación que no tenía luego nada más y dentro de un convenio que años después las propias administraciones asumieron que estaba obsoleto y que ya era inviable.
De aquellos lodos (socialistas) pasamos ahora a estos barros (populares). Ahora los proyectos no se presentan, las infografías no se anuncian con visitas de consejeros; ahora basta con deslizar la palabra Europa en el discurso para dar certeza a la ejecución de las obras del equipamiento. ¿Cómo se va a financiar la rehabilitación de Valcárcel? Con fondos europeos. ¿Y la rehabilitación del IES Rosario? Con fondos europeos (el diputado provincial y alcalde de El Puerto, Germán Beardo, dixit). ¿Y las edificaciones de los depósitos de tabaco que se destinan a la Ciudad de la Justicia? Adivine…
Europa para todo. Europa como el papá que tiene la cartera llena de billetes y va pagando, uno a uno, todos los caprichos de sus hijos. Así nos presentan ahora los políticos esa esfera que multiplica las capacidades de las autonomías y del propio Estado a base de planes y programas que periódicamente convoca y ejecuta.
El problema de Europa es que no todo es tan fácil como pedir y recibir. No, Papá Noel no transita a diario con su trineo por los cielos gaditanos regalando millones de euros para sacar adelante esos proyectos que las administraciones local, provincial, autonómica y estatal no han sido capaces de hacer en las últimas décadas.
Cádiz, sin ir más lejos, conoce de las complicaciones que tiene Europa y de lo exigente que es la solicitud, llegada y uso de esas financiaciones que se reciben. Ahí está la Edusi, sin ir más lejos, que ha terminado con el Ayuntamiento devolviendo casi el 40% de los fondos otorgados en 2017, que se traduce en más de 6 millones de euros. Y ahí están también esas propuestas que antes que la Ciudad de la Justicia o el IES Rosario se anunciaron de acometer actuaciones con cargo a fondos europeos; ya se dijo con el Castillo de San Sebastián, con Valcárcel (en un proyecto presentado por la UCA y Diputación al programa Next Generation), el convento de Santa María o incluso con el pabellón Portillo. Y para todos estos proyectos se ha recibido la cantidad de 0 euros por parte de Europa.
Por ello, eso de “rehabilitaremos el edificio con fondos europeos” que últimamente tanto se escucha a los representantes políticos de las administraciones públicas suena a una patada hacia adelante en versión 4.0, una especie de regeneración política para vender humo. Porque Europa no es un banco que entregue dinero que no hay que devolver, ni la tramitación europea de los proyectos es una carta a los Reyes Magos en la que uno pueda decir “no me he portado bien, he hecho las cosas mal, pero quiero este edificio rehabilitado”. No, la realidad conocida en la propia ciudad reafirma que no funciona así. Que a Europa no se le convence diciendo hoy que el IES Rosario será la sede de la Escuela de Hostelería y mañana que en el edificio también estará el Consejo de Hermandades de la ciudad, porque no parece serio. Ni se piden fondos para rehabilitar Valcárcel, que hace unos años se quería como hotel, que luego se empeñaron en habilitarlo como Facultad de Educación y que ahora andan repensando qué se puede hacer ahí porque ya ni va a ser hotel ni va a ser facultad.
Así que uno escucha mencionar la palabra “Europa” o “fondos europeos” y empieza a rondar en su malicia cierto runrún de que esta vez tampoco saldrán adelante los proyectos; esos que creíamos infalibles cuando venían consejeros y ministros a apoyarlos, que en la época analógica nos asombraban con sus infografías e incluso alguna maqueta, y que ahora han pasado a estar bajo la varita mágica de Papá Europa.
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