La cara B

La ínsula siempre ha sido de odios tomar. A lo mejor por las envidias, que son endivias que no se digieren, todo marcado un poco o un mucho por la gran estabulación que por gremios y cofradías, ha sido y es la isla

03 de julio 2024 - 06:00

Mi apreciado escritor, Enrique Montiel II, definía perfectamente algunos rasgos de la cara B de esta, nuestra Ínsula, ésta de nuestros pecados, y que somos sus habitantes de capitán a paje: "Los altanerismos de aquellos que olvidaron de dónde salieron, las luchas y competiciones egocéntricas, las miradas por encima del hombro, los perdonavidas, los apuñaladores profesionales (de todo tipo) y el falserío más absoluto de algunos".

La ínsula siempre ha sido de odios tomar. A lo mejor por las envidias, que son endivias que no se digieren, todo marcado un poco o un mucho por la gran estabulación que por gremios y cofradías, ha sido y es la isla. Sí, la más estabulada del rincón del sur, recuerden lo de primera, segunda y tercera, en las profesiones, donde cualquiera se creía más que el director general, porque tomaba café en la acera de la Mallorquina. Si alguien tiene una idea brillante como el nacimiento de la luz, será obviado, olvidado, eclipsado. Se impondrán trescientas ideas sin el brillo original, mediocres, anodinas, apagadas, muertas, por tal de venderlas como originales y propias.

Es la cara B del ínsulo baratario, la que discute con las peñas, la famosa guerra del y tú más, de las discusiones pontificantes, de vanidades del tamaño inadecuado medrando como adecuado, de comercios contra comercios, de estilos de carga contra estilos de carga, de poseer el patrimonio cofrade más rico que los demás. A lo mejor, una metáfora de esa isla son las cabezas de leones en la fachada del Ayuntamiento, como una advertencia a los que intentan derrocarlas y cambiarlas por cabezas ratoniles, teñidas de orcinas y colorantes, contra el valor de los demás.

Le ocurrió al maestro Ortega, a Ruiz Miguel, a Galván, al escritor Manolo Barrios, al excelente cirujano José M. Revuelta, a Camarón… se marchan de aquí porque el carácter isleño es más raro que un puro en una lavadora. La temible y horrenda apatía de la Isla también juega a la contra. Esto lo arreglaba yo…en el mostrador del bar, peleas, discusiones, todo subido sobre un ego que no reconoce su verdad ni ante espejos deformes.

Claro que existen personas serias y valiosas, tengo amigos, conocidos y saludados, y, obviamente amigos de pelo en pecho.

En todos los pueblos cuecen habas, pero aquí calderos enteros. La cara B de este país goyesco, y, como no, me refiero a Cervantes. Ortega, en sus Meditaciones del Quijote, afirma que las breves iluminaciones que han caído sobre el mismo, proceden de almas extranjeras, Schelling, Heine, Turgeniev… porque dice que todavía no lo hemos entendido, envidia cochina, por ser un guardián del secreto español, del equívoco de la “cultura española”.

La ínsula, siempre, contra el viento, la marea: crear figuras ficticias, efímeras, retroalimentadas por su egotismo, emanando rencor, ese que pesa sobre un pueblo que no se industrializa, que mengua en habitantes, que cierra comercios, que se entristece y odia, medianamente siempre, desde su envidia multidisciplinar…Una vez le canté a la isla, dije, “la isla es un sentimiento/bella y triste como un cante/ con un fondo de lamento”.

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