Aquella casa de vecinos

22 de noviembre 2023 - 06:00

Corren tiempos de zambombas, pero no me llenan, frías y preparadas, cada día más profesionales y menos auténticas. Mis recuerdos y gustos se van a otros tiempos, y sin pensar en zambombas, si que recuerdo algo casi olvidado, algo no tan lejano, autentico y familiar.

Recuerdo que, llegando el puente, pues siempre hubo, al acabar el trabajo el día cinco, en los patios, o en la cocina de un vecino, o en donde hubiese ese calor no solo de las estufas, la típica reunión improvisada. Los vecinos se juntaban cada año, lo normal es que alguno de ellos, el día antes, para que fermentase, ya tenia hecha la masa, que olía a anís y ajonjolí. Las botellas de Savin eran el rodillo perfecto, y los vasos de Duralex la medida óptima para las tortas de Navidad, al fin y al cabo, pestiños, pero aquí, nunca fuimos de pellizcos, ni en la masa.

Con algún niño siempre queriendo ayudar, aunque lo que realmente hacía era estorbar, se extendía la masa, se perforaba con el vaso y ya estaba lista la torta; los peroles calentaban el aceite para recibirlas, y el barreño de la ropa, el grande de plástico, se llenaba de las tortas ya fritas, que pasarían la olla gorda donde estaba la miel aguada.

Cuando ya daban las diez las chacinas, las tortillas y el queso pasaban de mano, y entre vaso de tinto y copita de Camborio, alguno que otro comenzaba a entonar un villancico, no el del año, sino el de toda la vida. En poco, alguna pandereta del pasado año era desempolvada, y el anís comenzaba circular. Los mas pequeños iban siendo vencidos por el sueño, pero aún quedaba mucha noche por delante.

No eran tiempos de zambombas, eran zambombas, y no hacia falta ser vecino de puerta o de bloque, pues en las casas de vecinos se encontraba desde el dueño del almacén de la esquina, al cuñado de la prima Antonia. La improvisación controlada, la previsible reunión de Navidad para hacer las tortas, que El Puerto siempre fue más de tortas que de pestiños, eran el verdadero comienzo de la Navidad.

Hoy ya hay mas zambombas que días, más control que improvisación, no hay objetivo, solo beber, pero sin nada que hacer. Me quedo con aquellas improvisadas reuniones, con aquellos cantos espontáneos, con los chupitos y la auténtica convivencia, y sobre todo, con las tortas, melosas, pero sin bolitas de anís.

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