Juan Carlos Rodríguez

Del cerro de la Cabeza del Puerco…

Laurel y rosas

27 de mayo 2018 - 01:34

Cuando las Cortes de Cádiz ofrecieron al general Thomas Graham la grandeza de España, al nombrarle "Duque del Cerro de la Cabeza del Puerco", es sabido que lo rechazó porque, una vez que le tradujeron dicho título, no le agradaba, por más que evocara su "triunfo" frente al Ejército Imperial napoleónico en la batalla de La Barrosa. Y casi lo tomó por un insulto. Es lo que narra en un epílogo -ciertamente anecdótico- la bibliografía británica sobre aquel 5 de marzo de 1811. El padre Juan de Mariana, no obstante, en su "Historia de España" adujo en cambio el despecho de Graham con el Ejército español y, también, que el general no quiso agraviar a su comandante en jefe, Lord Wellington, a quien no se le había ofrecido esos "relevantes honores".

La cuestión la traigo por ofrecer algunos circunloquios sobre el origen de ese cerro de la Cabeza del Puerco, nombre tan poco eufónico que las urbanizaciones que fluyen alrededor lo omiten, prefiriendo, dejarlo, en loma o, como la que ya se promociona a pie de la casa-cuartel de la Guardia Civil, en una irresponsable denominación comercial de "Torre de Sancti Petri", falacia histórica -y geográfica- que no se debiera permitir. En fin. Ese Puerco, del latín "Porcus", se ha tomado por peyorativo, pero aún así ha pervivido. Y por lo menos cinco siglos. Porque ya debía denominarse así el cerro y la almenara que lo culmina cuando Luis Bravo de Laguna, comisionado por Felipe II, rehízo en 1577 el entramado defensivo de la costa para proteger Cádiz frente al pirata berberisco y el corsario inglés.

A día de hoy, sin un solo documento histórico que la respalde, no es posible dar con el origen certero de la denostada toponimia, de la que queda el "Puerco" pero ya sin cabeza. No hay más allá que meras hipótesis, unas más afortunadas que otras y todas imaginativas. La primera que he recogido -junto a la curiosidad insaciable de Julio Muñoz- tiene que ver con lo que aduce el investigador Antonio M. Castaño: "Probablemente es una tautología oronímica sin relación alguna con el nombre del desprestigiado animal". Es decir, una simple descripción por la similitud del cerro con la cabeza de un cerdo. Y no lo veo. Ni por tierra ni por mar. Claro que hace cinco siglos…

Julio Muñoz me ha referido otra más legendaria de "un barco cargado de animales que lanzó un puerco atado a un cabo que nadó hasta la playa y evitó un naufragio". Y como no debía de ser más que la "cabeza del puerco" lo que se veía desde dicho barco, pues ahí queda. Más mítica aún parece -y es- esa que narra cómo se colgaban cabezas de jabalíes en la atalaya por ahuyentar a la piratería. Pero los cronistas no refieren nada así. Seguramente falso también.

Puestos a elegir, esa "Cabeza" ahora borrada de la toponimia podría aludir a "cabezo", es decir, colina, loma, alto, como ocurre con la calle Cabezo, que pasa por ser uno de los puntos más elevados de la urbe chiclanera, entre el Arquillo del Reloj y la plaza de España. Ahora habría que explicar de dónde proviene el Puerco. La tesis más convincente es la que nombran Javier Ruiz y Paco Hortas, que ven en ese "Puerco" -"posiblemente", advierten- una "referencia a la antigua existencia de grandes cochineras en el lugar, o a los otrora, abundantes jabalíes. De hecho, la zona es inmediata a un antiguo cazadero ya citado en el 'Libro de la Montería de Alfonso X', El Lanchar".

Habría otra explicación -ensoñadora, por supuesto- vinculada a la intensa mitología de Hércules, deidad santificada en la antigüedad gaditana. Diversos autores -el último, Manuel Pimentel- vinculan a Tartessos y al entorno de la isla de Sancti Petri -y su famoso templo de Hércules-Melkart, bajo el que se cree enterrado al héroe- los dos últimos trabajos de Hércules: es decir, el Jardín de las Hespérides y la victoria sobre el Can Cerbero. "Hércules pisando la cabeza del puerco Erimanteo" es la imagen que ha quedado de otro de aquellos trabajos míticos: el cuarto. Pero como sea que la mitología griega lo sitúa en el monte Erimanto, en la Arcadia, valdría suponer que algún imaginativo devoto fenicio encontró semejanza entre el cerro chiclanero y aquel legendario domicilio del temido jabalí de Calidonia.

Por sus circunstancias paisajísticas, medioambientales y los particulares capítulos históricos y culturales de los que ha sido escenario, la medieval Torre del Puerco y la inmediata casa-cuartel del Real Cuerpo de Carabineros, construida en 1907, forman parte de un espacio singular y extraordinario que merece, indudablemente, ser rehabilitado. La reconstrucción y futuro uso de esa casa-cuartel tendría que ser más que un simple restaurante: debe incorporar un escenario museístico que explique su valioso contorno paisajístico, histórico y ornitológico. Conservar esa huella indeleble de la historia y preservar, de paso, las sabinas, los mirtos, la santolina, la retama, los lentiscos, las jaras y el enebro que lo rodea sin añadir más cemento. Veremos.

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