Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
El Alambique
Las ciudades se crearon para vivir; al principio eran un mero conjunto de casas que se fueron ampliando a comercios, talleres, escuelas… y, ya más recientemente, equipamientos sanitarios, deportivos y culturales, zonas verdes… con el objetivo de mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
El pasado sábado varios cientos de personas nos manifestamos en contra de la turistificación, nueva palabra que pretende simbolizar las consecuencias nefastas del turismo masivo y descontrolado en nuestras ciudades, que está convirtiéndolas en meros escenarios para los turistas.
El acceso a la vivienda para residir es un derecho constitucional que nunca se ha garantizado en nuestro país. La proliferación de pisos turísticos de alquiler por días está provocando la reducción de viviendas de alquiler residencial y un crecimiento de precios desorbitado, que está expulsando a los habitantes de los centros urbanos.
Todo tiene un límite, y el turismo también. El turismo, como toda actividad económica, debe tener su ámbito de desarrollo y su regulación; no puede invadirlo todo. Nos estamos quedando sin casas asequibles para vivir; fondos buitres y especuladores se están haciendo con la mayor parte de las viviendas que destinan al alquiler turístico. La expansión de las terrazas nos está dejando sin aceras para pasear y sin plazas para que jueguen los niños; todo se está convirtiendo en un inmenso plató para el turismo. Hasta para tomar unas tapas ya hay que reservar mesa. Y las consecuencias son demoledoras para el centro histórico: menos población y cierre del comercio tradicional; el 58% de los locales comerciales han cerrado ya. Y ya no queda ni un colegio público.
Esta metástasis turística que invade la ciudad está destruyendo la convivencia. Hay bloques en los que la irrupción de los pisos turísticos está haciendo imposible desarrollar actividades cotidianas y necesarias como descansar o estudiar.
Hay que darle un nuevo rumbo al futuro del turismo y de nuestra ciudad, hay que recuperar una ciudad en la que se pueda vivir. Un nuevo modelo que priorice las necesidades de la ciudadanía y el bienestar de los barrios y sus residentes; que sea respetuoso con el medio ambiente y que promueva trabajos de calidad. Esa es la ciudad que queremos y necesitamos.
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