Un colegio público

Náufrago en la isla

24 de marzo 2025 - 06:00

El colegio Manuel Roldán, ya no colegio sino batiburrillo de actividades y asociaciones, cierra las puertas por su mal estado. Que se cae a pedazos y poco a poco, podríamos decir en román paladino. De ese centro me gusta todo. Desde el principio me agraó su estilo arquitectónico, que recuerda en su neoclacismo al siglo de las luces, el que alumbró la idea de que la claridad debía vencer a la oscuridad a través precisamente de la ilustración, es decir la educación. Después, durante años y en muchos sitios, lo he recordado en mis viajes por Grecia, donde cualquier pueblo que se precie tiene una escuela construida aproximadamente por las mismas fechas, cuando el nacionalismo helénico inundó el país de ese estilo tan suyo con el afán de educar en sus raíces. Colegios públicos con fachadas parecidas, con su remate de frontón triangular y pilastras elevadas.

Ese mismo afán educador guiaba seguramente a finales del siglo XIX al alcalde Manuel Roldán cuando construyó esa "Escuela Pública de Niñas" como reza la para mí muy emocionante placa conmemorativa sobre su puerta principal. Entonces era educación separada, pero era educación pública, tan necesaria y ahora tan menospreciada, en tiempos en los que parece que muchos padres sienten que la formación no es completa si no se le añade el segundo apellido de 'concertada'.

En la antigua Placilla estuvimos alguna vez de niños, no recuerdo muy bien para qué exámenes que los Hermanitos de La Salle no estaban autorizados a realizar, así que forma parte de mi infancia, aunque supongo que no tanto como de la de quienes se formaron allí. Ahora resulta que se cae, y muchas autoridades tendrán que ponerse a reflexionar sobre cuál ha sido su responsabilidad en este contradios patrimonial. Es verdad que el edificio, seguramente, se restaurará y saldrá de ese previsiblemente largo proceso, con buena cara y mejor salud, pero su evolución en los últimos tiempos demuestra evidente dejadez por parte de quienes estaban obligados a cuidar de él.

A muchos, quizá a la mayoría de la población, parecerá un asunto de menor importancia. Se arregla y ya está. Pero algo más que techos y paredes se derrumba con la caída de esos trozos y caliches, si es que aún estamos dispuestos a creer en la importancia de los símbolos. Penaremos cada día que esas puertas estén cerradas.

stats