Puente de Ureña
Rafael Duarte
Defensa de la Fe
Tribuna Económica
Se ha especulado tanto sobre el reinicio de una guerra proteccionista por Estados Unidos, que empresas y sectores ya están desarrollando sus estrategias de diversificación de mercados y reducción de costes. Aunque no sea el más significativo, el arancel a la distribución de aceituna negra es un ejemplo del que podemos sacar, como primera idea, que afecta menos a empresas muy eficientes y con niveles de producción altos. Una segunda idea es que, dentro de la fiebre proteccionista de 2017, el arancel se eleva hasta el 35% y luego es el 31%, pero el cambio posterior de gobierno en Estados Unidos no lo mejoró, pese a la resolución de la Organización Mundial de Comercio a favor de la Unión Europea; así pues, políticamente se recurre sistemáticamente al proteccionismo, ya sea anunciándolo a voces o de manera taimada. Tercero, se argumentó entonces por Estados Unidos, para justificar la decisión penalizadora, que los productores tenían ayudas europeas, lo cual hace pensar que la presión para conseguir subvenciones o protección tiene luego consecuencias no deseadas; por otra parte, la UE va a imponer a su vez aranceles a la importación a Estados Unidos. En fin, todo el mundo quiere protección, y a un político siempre le importará menos que los consumidores paguen un dólar más de arancel por un bote de aceitunas de 3,5 dólares, que soportar a grupos de presión empresariales y sindicales. Estos dilemas son sólo una parte pequeña del asunto, pues Estados Unidos es un mercado muy grande e integrado en producción y consumo, pero muy dependiente de lo tecnológicamente complejo, por lo que es una ingenuidad pensar que hoy día alguien tiene capacidad para imponer su voluntad comercial.
Recuerdo un libro de William Bernstein, titulado Un intercambio espléndido, que es una historia del comercio visto como algo intrínseco a la humanidad, formando parte de nuestra evolución, con una vertiente de progreso, aprovechando e impulsando la tecnología, y otra de codicia, explotación y poder, tan frecuentes y dramáticos en la historia. En el comercio se apoya el arqueólogo Bryan Windle para sostener que los Magos tenían que proceder de una zona de desierto donde aprendieron a orientarse por las estrellas, que tuviera lazos con Judea, y con acceso al oro, el incienso y la mirra. El pequeño Imperio Nabateo que abarcaba el territorio del este de Egipto, sur de Siria, actual Israel y el norte de Arabia coincide con estos tres aspectos: la madre de Herodes era nabatea, y allí había magos procedente del imperio Parto, pero sobre todo era un pueblo que producía oro y mirra, y tenía casi el monopolio del comercio de incienso; todo lo cual se ajusta al texto de Marcos, y su insistencia en que venían del Este. Resulta peculiar que quienes ven una nueva estrella en el cielo, la siguen y se maravillan por el descubrimiento, tengan que venir de fuera, sin que los judíos ni la administración Herodes se apercibieran y valoraran lo extraordinario del acontecimiento. Aunque así es la naturaleza de las cosas, no podemos dejar de pensar cómo ahora la cerrazón de los nacionalismos y el oportunismo de los populistas corrompe la globalización, y vuelve mezquino un comercio que podría ser espléndido.
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