Comunicación

El Alambique

09 de febrero 2025 - 07:00

Al abordar cualquier problema de comunicación, desde un malentendido a la censura, cometemos frecuentemente el error de reducirlo todo al mensaje. No es necesario ser especialista en lingüística (en el colegio ya nos lo explicaban) para saber que emisor y receptor, canal o código son igual de importantes en este proceso. Un ejemplo claro es lo ocurrido hace unos días en el Falla, cuando una pseudo agrupación de carnaval quiso hacer uso del concurso para promover mensajes negacionistas. El abucheo, más que por el contenido de las coplas, vino por el intento de usar un canal para fines diferentes a los previstos. Está claro que no iban a compartir su arte. Iban a montar el número y aprovechar la fama del momento. El público no lo consintió. No por estar en contra de lo que preconizaban, no se trata de ninguna coacción a la libertad de expresión porque ni siquiera llegaron a oírse sus mensajes. Además, cada día se cantan en el mismo escenario letras que, sinceramente, merecen la censura y, sin embargo, reciben aplausos. Básicamente lo que les dijo el público es que se habían equivocado de canal y de código, y que en lugar de coplas en el Falla se fueran a soltar tuits en X.

Los plenos municipales tampoco son ejemplos de comunicación eficaz. Aquí el problema no está en el canal, que es común y respetado por todos los actores, sino la falta de receptor. En lugar de un foro de debate, las sesiones se convierten en una sucesión de monólogos. Si se pregunta a santo de qué fue el alcalde a Davos o quién pagó el viaje a Suiza o, ya puestos, a Argentina, se recibe un “el Washington Post mandó la invitación” o “este es el mejor gobierno que ha tenido la ciudad”. Es el ejemplo más reciente pero, por hacer justicia al actual equipo de gobierno, he de decir que pocas veces he visto un diálogo fluido en estas sesiones, y me he tragado muchas durante mis años mozos de periodista de calle.

En los plenos, claro, no está bien visto abuchear ni soltar pitos. A ver qué fórmula encontramos para mostrar la indignación cuando se retuercen las reglas de la comunicación.

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