Tu contrato, gracias

Dame tu declaración de la renta. Y la de tu avalista, o sea, tu fiador solidario. Quiero ver cuál es tu patrimonio, y el de tu avalista, o sea tu fiador solidario. No puedo fiarme. Me han enseñado a no fiarme de nadie, y por eso necesito una fianza y un fiador solidario. No, mejor dos fianzas. A veces, tres incluso, si veo que alguien lleva piercings. No me gustan los piercings. Los tatuajes me dan igual si los llevas escondidos. En tu caso, te lo dejaré en dos meses de fianza. Si no te gusta el precio que pongo, ya sabes. Hay cientos de personas esperando ahí detrás.

Te resumo el contrato. No ejercitarás actividades molestas, insalubres, nocivas, peligrosas o ilícitas. No colgarás macetas de ningún lado. Tampoco podrás tener mascotas. Y cuando te vayas, es decir, cuando finalice el contrato, tendrás que dejarlo todo en perfecto estado. Perfecto. Perfecto. Perfecto. No quiero una chincheta ni una alcayata en la pared. No protestes si hay una bombilla que no funciona, un enchufe mal conectado o un motor que suelta agua. Todo eso correrá a cargo de tu bolsillo si se demuestra que estaba bajo tu responsabilidad cuando comenzó la avería. No puedes subarrendar nada a terceras personas, ni a nadie. Tu parcela es tu parcela. Tienes que encargarte de limpiar las zonas comunes, y las tuyas, obviamente. Tus zonas, digo. Tienes que pagar las tasas, impuestos, recargos y todo lo que a mí se me antoje, siempre y cuando, entre dentro de lo razonable. Iba a decir, dentro de lo legal, pero no nos pongamos exquisitos. Con sentido común todo es mejor.

Si aceptas, mañana te doy de alta en la Seguridad Social y comenzamos. Tu horario será de 8h a 18h, aunque en el contrato veas alguna hora menos. Siempre hay margen de error. Tendrás veinte minutos para desayunar y otros tantos para comer, y las vacaciones ya las pactaremos. ¿Vas a firmar? No me pongas esa cara. Que esto es un país libre. Si quieres, aceptas y si no, ya sabes. Que hay cientos de personas ahí esperando detrás de ti.