Cosas de la Guerra (y III)

Puente de Ureña

05 de marzo 2025 - 06:00

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Horror lorquiano en Cien años de Soledad.

A través de los bosques, Pedro se dirigió hacia Kniazkovo y llegó a la ambulancia, después de abandonar por segunda vez la fortificación de Raievsky, hacia el final de la batalla de Borodino. Pero al ver la sangre, al oír los gritos de dolor y los gemidos de los heridos, huyó más lejos, mezclándose con los soldados. Parte del horror en Guerra y Paz.

Julio Camba en un delicioso artículo titulado Sobre el heroísmo insuperable narra la historia que un tal señor Morrison contó en la Cámara de los Comunes defendiendo una proposición para abolir la pena de muerte por cobardía en tiempo de guerra. En resumen, se trataba de un sargento inglés y cuatro soldados que tras días de privaciones y muy alejados de su ejército deciden avanzar hacia las líneas enemigas y rendirse. En el camino se encuentran a cuatro soldados alemanes con un suboficial. Los ingleses levantan las manos en señal de rendición y ven sorprendidos que los alemanes hacen lo mismo, es decir, también querían rendirse. Ya en un solo grupo se juegan a cara o cruz a cuál de los dos ejércitos se rinden. "La cara era el ejército británico y la cruz el alemán, y, como ganó la cara, el sargento inglés en vez de entregarle cuatro ingleses a los alemanes, les entregó cuatro alemanes a los ingleses, hecho que fue considerado heroico y que le valió una condecoración". Al tal Morrison y al propio Camba le servía la anécdota de esos soldados para subrayar la delgada línea que separa a veces los actos de heroísmo y de cobardía en una guerra.

La muerte es el todo del total. Nada ni nadie imagina el máximo instante del no ser. La noche es interminable cuando se apoya en los enfermos, dijo Lorca, y el dolor es interminable cuando se sienta en la respiración.

Los extremismos se tocan, se odian, se matan. En Alicante, durante la guerra horrible del 1936, un pueblo, San Fulgencio de Segura cambió su nombre durante los tres años de la contienda por Ucrania del Segura. ¿Buscaba Ucrania su ucronía ya? San Juan de Alicante, a su vez, cambió su nombre por Villa Rusia de Alicante. ¿Nostradamus? El día 16 de noviembre de 1936 se reunió el pleno del Ayuntamiento con el cambio de nombre de la localidad como único orden del día, aprobando Villa Rusia de Alicante "como homenaje a la Rusia soviética que tanto favorece a España en los momentos actuales". La toma por las tropas franquistas del pueblo de Castaño de Robledo (Huelva), obligó a retirarse a los republicanos, pero los mineros de la zona todavía tuvieron tiempo para quemar el retablo de la iglesia. Una vez tomado el pueblo, el obispo de Pamplona, originario de Castaño del Robledo, encargó una talla para sustituir al retablo destruido.

La talla en cuestión debía representar a Santiago Matamoros (Santiago el Apóstol blandiendo una espada, sobre un caballo blanco y arrollando a un moro) en la que se sustituiría al moro por Vladímir Ilich Uliánov (Lenin) como representación del "enemigo rojo". Lenin, con uniforme militar y la hoz y el martillo en el pecho, aparecía a los pies del caballo con la mano izquierda protegiéndose de la patas y la derecha con una tea ardiendo (símbolo de la quema de templos). Anécdotas exacerbantes que motivaban el odio como religión del desierto y que, todavía, sigue siendo rentable para muchos. Al alba muere el sol. En estos casos.

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