El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Crónica de San Juan de Dios
El peso de la corona para alguien que presume de ser republicano quizás no sea el mejor ejemplo, pero la metáfora es descriptiva sobre un alcalde que ha cumplido seis años al frente de la ciudad de Cádiz y que desde el principio ha sentido la presión de la responsabilidad sobre sus espaldas, algo que se ha acentuado en este segundo mandato.
José María González ‘Kichi’ se presentó ante los gaditanos el día que tomó posesión en el Ayuntamiento como el alcalde que era un vecino más, el que iba a recorrer la ciudad con una libreta donde iba a apuntar las demandas de los ciudadanos, sus necesidades y sus desvelos. Se presentaba como un político que se salía de los estereotipos. Fue el día también de sus primeras medidas, la de una revisión del PGOU en pocos meses y la de una larga carta a los reyes magos de alguien que llegaba con un gran idealismo y muchos sueños en la mochila sin saber que poco tiempo después empezaba a vaciarla de la utopía por las piedras de una realidad implacable y un sistema mucho más complicado de lo que imaginaba. El camino tenía que hacerse al andar.
Esos mismos sueños estaban en los que acudieron aquel día a la plaza de San Juan de Dios, mucha gente indignada que veía que las cosas podían cambiar y de ahí que surgiera esa escena mesiánica con Kichi ofreciendo el bastón de mando a la ciudadanía.
Fueron tiempos en los que Kichi, el alcalde anticapitalista con el pelo alborotado y pendiente, era el centro de atención de todas las televisiones nacionales que un día sí y otro también plantaban sus unidades móviles en San Juan de Dios para que desarrollara el discurso de que la gente tenía que estar en el centro de la política, de los niños que pasaban hambre en la ciudad y de las medidas simbólicas como ensombrecer las pantallas LED, sustituir el cuadro del rey por uno de Fermín Salvochea, el plantón al buque escuela chileno Esmeralda o la recepción de la medalla del Nazareno que tanta polémica trajo consigo.
Pero ese Kichi a calzón quitado, el que en las distancias cortas se movía con maestría, fue poco a poco adaptándose al cargo en un aprendizaje a marchas forzadas y perdiendo el pecado original con el que recogió el bastón de mando.
La identificación del proyecto anticapitalista (antes de Podemos) era Kichi, el centro de todas las miradas de un equipo de Gobierno con un perfil más bien bajo. Sin una gestión especialmente brillante pero con ese marchamo que daba la marca Kichi, en las elecciones municipales de 2019 rozó la mayoría absoluta y la ciudadanía gaditana refrendó su proyecto.
Sin embargo, como aquel que va persiguiendo un objetivo y éste se consigue, el alcalde pasó una fase de descompresión importante en este segundo mandato que le ha pasado factura en lo físico y, de manera inevitable, también en lo psicológico.
Gente que trabaja mano a mano con el alcalde asegura que es una persona que somatiza mucho los problemas de la gente que le llega. Esa presión y la de tratar de tener un buen gobierno siempre las ha llevado sobre sus espaldas y ha afectado finalmente al sueño, la dieta con la consecuencia del agotamiento.
No obstante, ahora afirman que Kichi “ha pasado de ser un velocista a un corredor de fondo”, es decir, los problemas que le llega los sufre, trata de solucionarlos pero también sabe que tiene que convivir con ellos.
Uno de los mantras que se repite una y otra vez desde el PP es la supuesta flojera del alcalde con los asuntos de la ciudad, algo que en su equipo de trabajo se entiende que aquellos quieren “un regidor de oficina”.
La llegada de la pandemia y del Covid le ha marcado especialmente hasta el punto de tener que soportar niveles de ansiedad. La oposición precisamente ha unido sus voces para criticar la gestión del alcalde y del equipo de Gobierno durante el Covid. Sin embargo, su entorno asegura que él asumió con fuerza todo lo que tuvo que ver con la pandemia y los servicios sociales en ese período, aunque finalmente le pasó factura. A ello se le unió su ausencia durante los últimos meses del año pasado al acogerse a la baja paternal por el nacimiento de su segunda hija con Teresa Rodríguez.
La sensación que ha ido dando de unos meses para acá el alcaldes es que progresivamente ha ido metiéndose poco a poco en su caparazón y ha perdido mucha presencia tanto en la gestión del Ayuntamiento como en las calles. Menos presencial y más virtual, porque en las redes sociales sí que se ha incrementado sus intervenciones.
Sin embargo, en su entorno se opina que el alcalde ha ido sufriendo una evolución en su papel como alcalde y de ese exposición pública continua que tenía al principio ha ido pasando a un regidor más de gestión, “más de hacer que de aparecer”.
Tras pasar un fase bastante baja, quienes trabajan con él afirman que desde el mes de enero había vuelto con mucha más fuerza y se encontraba a pleno rendimiento, hasta que una baja por enfermedad lo ha dejado dos semanas de nuevo en el dique seco. De hecho, señalan que “el mejor alcalde es el de este momento porque tiene la energía del principio y la madurez que da la experiencia de seis años al frente de la ciudad”.
En esto también hay un factor importante y es que el alcalde está mejorando en el aspecto físico, con una dieta y un entrenamiento que le está permitiendo tener más energía para afrontar todas sus responsabilidades.
La corona representa las necesidades de la ciudad, la gestión diaria, los proyectos, las reuniones, el sentirse observado las 24 horas del día. Kichi sabe que en tiempos de polarización política donde los hoolligans a favor y en contra se reparten a partes iguales y donde todo el mundo lleva una cámara en su teléfono móvil, si sale a tomarse una cerveza, siempre hay alguien que lo saca con una postura poco decorosa o en actitud relajada incumpliendo el número de personas que podían estar en la terraza de un bar. La corona tiene un precio altísimo y el traje de alcalde no se lo puede quitar durante las 24 horas del día.
A la pérdida de privacidad del hombre corriente que ejerce de político, se le han sumado los vaivenes políticos que ha sufrido con una ruptura total con Podemos y con el alumbramiento de un nuevo partido liderado con Teresa Rodríguez, que tiene como único escaparate de gestión el de la Alcaldía de Cádiz.
Ha sido el momento en el que ha habido aparentemente un gobierno más coral. Con un líder potente desde el punto de vista mediático, su paso a la sombra en determinadas ocasiones y el hecho de contar con un equipo con gente que trabaja de manera más autónoma ha hecho que algunos concejales hayan cobrado protagonismo. Entre ellos, de los nuevos de este mandato se pueden citar entre otros a Demetrio Quirós, Lola Cazalilla o Carlos Paradas.
La corona tiene también viene con el precio de las posibles fricciones con los que forman parte de su equipo. Con los socios de Ganar Cádiz ha habido algún choque que otro y pese a que él no se ha metido en el barro para hacer la respuesta contundente, ya los anticapitalistas no han agachado la cabeza públicamente como en otras ocasiones. En el reinado va también el tener que asumir cuestiones que no gustan o que no las haría de esa manera, entre ellas la del cambio de nombre del estadio, algo que sabe que ha levantado ampollas entre los aficionados al Cádiz.
El peso de la corona es también la del destino de los tuyos, la de aquellos que forman parte de la estructura de gobierno, no sólo de los concejales sino también de los asesores. Es la presión de que los cimientos del edificio puedan depender de un sí o un no. De una decisión trascendental a corto plazo.
Hasta ahora todo estaba claro y Kichi siempre se había manifestado de manera rotunda con que su fecha de caducidad política estaba en ocho años. Hace unos meses en plena pandemia y cuando empezaba el runrún de la sucesión, el alcalde dio un volantazo y, por primera vez, abrió el melón de presentarse como candidato a las elecciones municipales de 2023. ¿Es realidad o un simple anuncio con un objetivo táctico? Si nos atenemos a ese peso de la corona que ha demostrado sentir el alcalde en determinadas ocasiones, lo lógico sería que no repitiese. Pero entre los anticapitalistas saben que las opciones son unas con José María González en el número 1 de la lista y otras sin él. Si es una cuestión táctica, con ello consigue el objetivo de cortar el debate sobre su sucesión, serviría para darle un mayor protagonismo al partido fundado por su pareja y para que los suyos no se desmovilicen. Además, lanza un mensaje a una oposición que se frota las manos dentro de dos años por si el alcalde finalmente no se presenta.
Curiosamente, si en algo ha mejorado la vida del alcalde durante este mandato ha sido en la presión de la oposición, mucho más liviana ahora.
El alcalde afronta los dos últimos años con la Edusi en el horizonte y el mismo peso de la responsabilidad del principio. Pero por encima de los estados de ánimo o las fuerzas, lo que sí dicen los que trabajan con él es que “no ha perdido su autenticidad”.
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