El pálpito amarillo

Manuel Amaya Zulueta

Cómo hacer una crónica sin...

21 de abril 2025 - 03:04

Lapantalla. Antes era el papel, el folio en blanco, un folio a menudo tenebroso. Y el inicio de escribir, terror de mi amigo XX y de otros plumillas. O de los miedosos estudiantes que hacíamos el examen de reválida de sexto en aquella aula del lejano Columela a cuyo final una leona nos miraba amenazadora.

Volviendo a la que apodo página/Miura, a veces ésta se ofrece en forma de cadalso. A lo tonto a lo tonto, ya llevo unas líneas. ¿Cuántas corresponderán en las páginas del conspicuo Diario de Cádiz, ese papel que me acompaña desde la infancia? Ese papel que servía para todo en las casas. La abuela, sentada en el último rayo del sol invernal, sus quevedos eternos, lee. Hoy me releería a mí, a su nieto delgadito que curioseaba a Homero mientras comía sesada de cabrito. Pero ya es tarde. Nunca sabrá que su nieto escribe una crónica -o dos- a la semana en su Diario vespertino y querido. Unas crónicas sobre algo que a ella le da lo mismo. El fútbol trae a los hombres locos, decía. Yo entraba de inmediato en crisis. Por un lado, el amor santo a mi santa; por otro, el regusto inefable de ver las camisetas amarillas por el deteriorado terreno del Mirandilla. Y pelotazo va y pelotazo viene de Pastilla, Cuartango, Pilongo, de Ricardito, de Mari, del portero Galatea, el pelotón cuanto más lejos de portería mejor. Furbo anticuado. La melena de mi madre atenta al levante fuertecito, la corbata tornasol, a la moda, de mi padre. Viene con nosotros un compañero del Hispano de la calle Ancha, frente por frente a un palacio. Qué lujo, salir a tomar café al Bar Cádiz entre palacios gaditanos... Ese hombre me aconsejaría una década después: “Manolito, como me ha dicho tu padre que te vuelve loco la clásica, te recomiendo la segunda de Sibelius”.

En la Catedral. Las once. Zornoza oficiará la Vigilia Pascual en breve, rodeado por los albos quicos, que la disfrutan mucho. Mi hija, guapísima, arregladita, me da noticias. ¿Cómo ha quedado el Cadi, Neni? Dos a dos, afirma con una mueca de cabreo gordo. Partido chungo, ¿no? Como todos los últimos, porque desde las nueve que salí de casa hasta la tres y media de la madrugá, hora en la que dio de mano don Rafael, no he podido ver ni una imagen de Cris, de Sobrino… Siempre acariciando la cruz pectoral con la mano derecha, el prelado articula divinamente el español de España, aunque se equivocó en dos “de que”. Siempre, incluso en mi larga caminata de ateo recalcitrante, he admirado la inteligencia de la jerarquía eclesiástica. Es gente muy culta y de mucho coco. Da gusto oírlos, independientemente de que lo que digan a algunos les parezca una vainá.

Finish. Arquitecto Acero, frío. ¿Tú has visto el partío entero? Sí, en un bareto. ¿Y qué? Empezamos ganando uno a cero, gol de Sobrino, creo; pero nos empataron al poco tiempo. Vaya, hombre, el día que no marcamos nos ganan uno a cero y el día que marcamos dos golitos, el de enfrente también los hace. A ver cuándo dejamos a cero la puerta de David y taladramos la del rival. Un punto es una mierda, dice uno que pasa muy bien vestido. El campo estaba hecho un asco, me explican, no paraba de llover y el balón no rodaba. ¿Y sabes quién marcó el gol del empate definitivo? Ramos, afirmo con mi ilusa fe en el altísimo nueve. No, ése está gafado, me responde. ¿Entonces, quién? El del Levante. ¿Roger? Sí. Se le quedó la bola atascada en el barro y atinó. Pa salí del agujero de la Tercera hay que ganar. Empatar es una caca. Así no se avanza nada. Menos mal que el soplido del Eldense y el Zaragoza es de asmático, que si no… ¿Y de qué vas a hablar en el Diario, papá, si no has visto el partido? De cómo hacer una crónica de un partido de fútbol sin haberlo visto.

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