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Álvaro Romero
Tono alcista
El Alambique
En 1994 Robert Hughes, escritor Australiano, publicó el libro La cultura de la Queja. En él se definía cómo estaba de moda quejarse, victimizarse y responsabilizar de ello a un determinado grupo social para obtener rédito. Si ese libro se reescribiera hoy -ya no puede, pues murió en 2012- escribiría una enciclopedia con más volúmenes que la Espasa.
Hoy día esa cultura de la queja desborda cualquier previsión, la queja ya no es estatal o de un colectivo, el victimismo se ha convertido en un modo de vida, en donde se denuncia y se exige, a diario, autenticas barbaridades carentes de sentido.
Actualmente el foco de atención, en muchas ciudades, se centra en la limpieza, como si en lugar de elegir a los gobernantes, eligiésemos la empresa de limpieza que gestione nuestros residuos. Olvidan muchos quejosos que es mas limpio quien menos ensucia y que la administración pública, con nuestros recursos, mantiene la ciudad, no es una chacha veinticuatro horas, ni hay presupuesto en el mundo que aguante una atención pormenorizada segundo a segundo cuando algún incívico ensucia, o la naturaleza deja caer sus hojas.
La actual cultura de la queja afecta a todos los grupos políticos, da igual quien gobierne, porque quien no lo haga lo usará como arma arrojadiza para focalizar quejas, de fácil evolución y que, en el fondo, oculten verdaderos problemas, a los que todos se enfrentan en algún momento del devenir histórico.
El foco, como decíamos, se centra en el mantenimiento y limpieza de las ciudades, siendo fácil que obtengamos fotos de algún excremento no recogido, algún contenedor lleno, bolsas depositadas fuera de sus habitáculos o muebles abandonados por algún incívico. El victimismo lo tenemos en el comentario que acompaña a la foto, robo de recursos en beneficio propio y detrimento de los servicios, falta de vigilancia de quienes son últimos responsables en la contratación del servicio, dejadez y abandono de la ciudad por quien no es ni responsable de quien es responsable de vigilar la eficacia del servicio… un largo etcétera que nos lleva a plantearnos que busca la víctima, siendo la respuesta el más absoluto vacío de frutos, más allá del enfoque quizás político.
Centrados en la queja en si misma, y focalizado el culpable, poco importa quien ensucia, quien deja la basura en lugares inapropiados, quien no recoge el excremento, quien abandona el mueble o quien, teniendo obligación y cobrando por ello, como ultimo responsable, prefiere pasar horas hablando por teléfono que haciendo su trabajo o demorándose en sus responsabilidades. El gran problema es que la Cultura de la Queja esta arraigada, definida en aquel maravilloso libro, y con amplia red de distribución, así que dicha cultura no solo se quedará, sino que, por desgracia, va a más.
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