El Alambique
Alejandro Barragán
Envidia
Náufrago en la isla
Ahora, en estos días pacíficos, es muy fácil autoproclamarse demócrata y gritar a todo pulmón ¡viva la Constitución! incluso por parte de quienes estarían muy a gusto sin ella o contra ella. Pero en aquellos horrorosos días del verano de 1936, era muy peligroso, no ya actuar como demócrata sino el simple hecho de cumplir con la ley. Eran jornadas en las que la correcta actuación de un funcionario se convertía en acto heroico. Y muchos murieron como tales, sin siquiera habérselo propuesto nunca.
Ese es el caso de Manuel de Sancha, el comandante isleño que fue asesinado por cumplir con su deber de lealtad al Gobierno de la República legalmente constituido y negarse a sacar las tropas a la calle para secundar el golpe de Estado antidemocrático que sumiría a España en las tinieblas de la dictadura durante casi cuarenta años. Él sí era un demócrata cuando serlo en el San Fernando de entonces llevaba a la cárcel y muerte indigna.
El Ayuntamiento de La Isla y buena parte de su sociedad rindieron homenaje el pasado viernes a este héroe sin aura en un acto en el cementerio acorde con su importancia humana, a pocos metros de donde fuera fusilado. Probablemente, su tumba nunca tendrá las visitas que atrae la de su vecino cantaor, pero no cabe duda de que la trascendencia de su actitud es mucho mayor para la comunidad en la que vivimos.
Por eso extraña mucho más la ausencia de representantes de las Fuerzas Armadas o del Ministerio de Defensa en el acto oficial, y duelen las excusas impropias de un organismo público, que se escuda en la "neutralidad política" de los ejércitos para no enviar ninguna delegación ni mandar a la banda musical de Infantería de Marina a participar en el homenaje a un militar, es decir uno de los suyos, que fue además el primero en España en negarse a cumplir una orden de levantamiento que iba contra el pueblo al que servía.
Esta actitud y excusas se contradicen con la permanencia en el oficialísimo Panteón de Marinos Ilustres de personajes que se situaron en el otro bando, el que asesinó a Manuel de Sancha y a otras decenas de militares leales en San Fernando y a cientos de miles en toda España, batallando contra los principios que hoy defiende y sigue precisamente el Ministerio de Defensa.
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