El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Presumíamos de tener una sanidad pública de las mejores del mundo. Los que ahora utilizamos los servicios sanitarios públicos, nos encontramos con una atención lenta, precaria y cada vez menos fiable.
Ya comenté en esta columna el lamentable periplo que sufrí tras un accidente que tuve en la sierra. Al no existir ningún hospital público en los 19 municipios de la sierra, me intervinieron en uno privado, con un resultado tan nefasto que tuvieron que intervenirme dos veces más en un hospital público para intentar solucionar la grave negligencia que sufrí.
Y no fue fácil que me atendieran en un hospital público. Sistemáticamente me derivaban a hospitales de la misma empresa privada. Tuve que presentar cuatro denuncias al Servicio Andaluz de Salud (SAS) y una queja al Defensor del Pueblo para que al final me reconocieran el derecho a elegir hospital y facultativo, instituido en la Carta de Derechos de la Ciudadanía de la consejería de Salud; eso sí, con la advertencia de que si solicitaba asistencia en un hospital público no se me respetarían los plazos de respuesta. Es decir, el SAS, que administra la sanidad pública y debe defender el interés de la ciudadanía, chantajea para que se opte por la medicina privada.
Cuando escucho a la sra. consejera asegurar que la espera para una consulta en atención primaria está en 2 o 3 días, me indigno. Está claro que no es usuaria de su centro de salud. La pasada semana intenté solicitar cita con mi médica de familia. Llamé al teléfono de Salud Responde; antes contestaba una persona, ahora un ordenador. Comienza la interminable solicitud de datos -DNI, teléfono, causa de la llamada, si quiere… marque 1, si…-, para al final decirme el susodicho aparato que no hay citas disponibles y que, si no puedo esperar, vaya a un centro de urgencias. Después dicen que las urgencias están colapsadas. Tuve que ir al centro de salud y me dieron una cita con mi médica ¡once días después! Y para especialistas o intervenciones quirúrgicas, esperas de meses y años.
Como no creo que los políticos pretendan engañarnos, debe haber un problema en el programa informático de la consejería de Salud. Los días deben contabilizarlos cada 72 horas, y las listas de espera a partir del primer año de desesperante espera.
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