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Álvaro Romero
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Calle Real
Cuesta trabajo creer que dentro de siete días se cumplirán 40 años de la muerte de Luis Berenguer, pero así es. Imagino que para algunos vecinos Luis Berenguer es una biblioteca pública de La Isla. ¿Has leído sus novelas? ¿Conoces los estudios académicos que se han publicado sobre el autor de El mundo de Juan Lobón? Tenía 54 años cuando murió, en su casa de la calle Real. Se sentó a ver la televisión junto a su mujer e hijos y una embolia pulmonar lo enmudeció para siempre. Afortunadamente había publicado cinco novelas y una sexta -Tamatea, novia del otoño- la acababa de concluir días antes de aquel horrible 14 de septiembre de 1979. Su tiempo fue un tiempo de grandes escritores, de grandes novelas. De Cien años de soledad y La ciudad y los perros a Florido mayo y Marea escorada. Hubo muchas otras inolvidables, en las dos orillas de nuestro idioma. No puedo olvidar Los pasos perdidos o Pedro Páramo, Mortal y rosa o La caza. En aquella Isla, La Isla del tiempo de Luis Berenguer, Juan Mena y Rafael Duarte habían constituido voces propias, versos magníficos. No puedo olvidar a José González Barba ni a Germán Caos, incluso al altísimo poeta Juan José García Sánchez, el hombre que más ha amado la poesía de los que he tenido la oportunidad de conocer. Ni el modo como enseñaba la Literatura Antonio González Muñoz, escritor también, en la Academia O'Dogherti. Yo, por ejemplo, ignoraba que el avión que traía los restos de Juan Ramón Jiménez, muerto en Puerto Rico, también devolvía a España al Real Madrid, que había ganado otra copa internacional. Al poeta de Moguer, premio Nobel de Literatura, lo esperaba Dámaso Alonso y un reducido grupo de escritores y académicos. Una multitud vociferante recibió al equipo de Bernabéu. Años después, otro gran maestro que ejerció en San Fernando, don Alberto Agudo Luengo, nos dijo que estudió el Poema del Mío Cid en la casa de don Ramón Menéndez Pidal, teniendo en sus manos ¡el manuscrito original! del largo poema inaugural de la Literatura española. La Literatura era, sin duda, vivir la vida de los otros pero también lo que la rodeaba era un mundo de sorpresas e iluminaciones.
Carezco del espacio necesario para hablar de Luis Berenguer, el mejor de nuestros escritores. Estoy aturdido, como cada septiembre, por la noticia inesperada de su muerte, aquella mañana, cuando dos días antes había estado en su casa hasta las tantas, comentando su Tamatea… Pese a todo, y tras un ataque de lucidez, he pedido a los escritores de La Isla, a la cultura de La Isla, a los lectores de La Isla que vayamos al cementerio de San Fernando, el próximo sábado 14 de septiembre, a las 12 de la mañana, a llevarle una flor a su tumba. Puede que así podamos sobrevivir un poco a este naufragio que es la vida.
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