El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Tribuna libre
Soy el edificio de la Aduana nueva. Y me veo forzado a expresarme para, tras desearles un feliz año 2018, pedirles que definitivamente me dejen en paz.
No engaño a nadie. Soy un noble y sano y muy operativo edificio, amparado y protegido por la ley. Catalogado con el número nueve del Inventario de Bienes Inmuebles incluidos como Patrimonio Histórico Andaluz, por resolución del 7 de septiembre del 2009 de la Dirección General de Bienes Culturales, publicado el día 22 del propio mes y año en el BOJA número 186, página 29. Y estamos en un estado de derecho, por lo que LA ADMINISTRACIÓN NO PUEDE IR CONTRA SUS PROPIOS ACTOS.
Albergo en mi seno un centenar de funcionarios, eficaces, pacientes y respetuosos, inmersos en imprescindibles y muy delicados y -a veces- arriesgados y heroicos- servicios estatales, (desconocidos para muchos), y cuya plantilla la hemos visto recientemente ampliada con la Sala o Sección del Tribunal Económico Administrativo de Andalucía. Y sabemos que derribarme para sustituirme por una simple parcelita de césped, y supuestamente construirnos, no sabemos dónde, como nuevo edificio, (un despilfarro de más de doce millones de euros, a costa exclusiva del pobre bolsillo del gaditano), es además de una tarea inalcanzable e imperdonable, una temeridad inexcusable... como lo gritan los solares abandonados, olvidados y escandalosamente acusadores, como los del antiguo Gobierno Civil, y el posterior de Delegaciones Provinciales estatales, de Obras públicas, y otras; Radio Popular; el Polideportivo Pabellón Portillo, y un largo etcétera. Huyamos de este riesgo.
Decidida y en marcha ya la dedicación de nuestra vecina, la antigua estación de Renfe, como Mercado Gastronómico, para nada le estorbo; como tampoco estorbo para el resto de los objetivos del conocido como "Proyecto-plan de la plaza de Sevilla" (viales, aparcamientos, estación de autobuses, etc.) Si algo estorba en ese entorno, y de qué escandalosa manera, es el incalificable mamotreto del Queco, que a nadie gusta. Posiblemente la buena gente gaditana no conoce que de la antigua Aduana, mi magnífica anterior casa desde el último tercio del siglo XVIII, me echaron (ocupando con otras instituciones estatales (Gobierno Civil, Delegación Provincial de Hacienda, Inspección Provincial de Municipios, Archivo Histórico, viviendas de altos funcionarios…) poco a poco, del impresionante histórico palacio de la Aduana Vieja, actualmente sede de la Diputación Provincial, obligándose el Estado a construirme, en justicia, como nueva sede a la otra puerta del muelle, con dignos materiales, de la mejor calidad, incluso rematado con bellas artísticas pinturas murales... Por Dios, otra vez no: déjenme tranquilo.
Cuando antes intentaron mi derribo se produjo en contra una fuerte reacción de gran parte de nuestra ciudadanía, presentando a la Administración más de 3.500 firmas, alentadas por dignos y cultos conocidos y respetables gaditanos, amantes de nuestra ciudad, (tales como el historiador D. Francisco Ponce Cordones -recientemente fallecido-; el arquitecto de la UCA, D. José María Esteban; el abogado D. José Ramón Pérez Díaz-Alersi; el entonces presidente de la Real Academia de Bellas Artes y ex arquitecto municipal, D. Javier de Navascués y de Palacios; el catedrático D. Rafael Sánchez Saus; el alto funcionario, hoy jubilado, D. Salvador Ruiz de la Fuente; el directivo ateneísta D. Vicente Mira Gutiérrez; la ecologista y ex secretaria provincial de Cultura, Dª Purificación González de la Blanca; el secretario general de Agaden, D. José Antonio Sánchez Martín; entre otros muchos); y con el expreso dictamen de respaldo y apoyo de las más prestigiosas instituciones culturales: la Real Academia de San Fernando, de Madrid; la Real Academia de Bellas Artes y la Real Academia Hispano Americana; la Real Academia de Santa Isabel de Hungría, de Sevilla; la de San Romualdo, de San Fernando… e incluso algunos colegios profesionales y asociaciones de vecinos, entre otros colectivos. Salieron en mi defensa y ganaron el envite, el pleito y el partido. Y hoy constatamos cuán difícil es por parte de los perdedores aceptar y digerir con caballerosidad y gallardía su derrota. Y observamos que son los mismos protagonistas principalmente tres reiterativos... alguno lamentable responsable, ahora sí, de no respetar la obligada escrupulosa restauración y la ley de protección respecto de la cúpula de nuestra Catedral, dejándola huérfana de su remate de flechaste, con un boquete contra natura, y cubriéndola con nuevos materiales, que ya da pena verlos: ¡Lástima de nuestra Catedral, BIC número uno gaditano!.
Tengamos la fiesta en paz: por sentido común, por convivencia democrática, por respeto al estado de derecho, y por la defensa del Patrimonio y (ahora, aun con la crisis coleando, porque lo pagaríamos sólo y exclusivamente los gaditanos) por los dineros de nuestra querida ciudad, mucho más necesarios para otras prioridades: déjenme definitivamente en paz.
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