
Tribuna Económica
Gumersindo Ruiz
Práctica de los sentimientos morales
Análisis
Se desató la tormenta arancelaria y de qué manera. Y se frenó a mitad de esta semana con la tregua de 90 días por parte de Estados Unidos a la mayoría de los países. Pero las lecciones de estos días son muy útiles ya que los riesgos e incertidumbre a medio plazo persisten. Debe servir de aprendizaje para crisis o tensiones futuras. Todo lo acontecido ya se veía venir desde la campaña electoral del año pasado que se reavivarían tensiones comerciales, ya que se habían anunciado los aranceles durante semanas. El presidente Trump anunció el 2 de abril la imposición de aranceles del 10 por cien a todas las importaciones, con tarifas más elevadas para países con los que Estados Unidos mantiene déficits comerciales significativos. Por el fondo y la forma –y los repetidos mensajes de responsables de la administración Trump– parecía iniciarse una ruptura del orden económico vigente. En todo caso, la fortísima tensión con China persiste en lo que parece que se está poniendo en juego la supremacía de las dos grandes potencias: Estados Unidos y China, con implicaciones para todos.
Desde su llegada a la presidencia en 2017, Trump ha defendido una política económica centrada en los intereses de EEUU, la reducción del déficit comercial y la protección de su industria. Durante ese primer mandato, se introdujeron aranceles sobre productos de China, la UE y otros socios, alegando prácticas desleales y la necesidad de revitalizar el sector manufacturero. Tras su reelección en 2024, la Administración ha intensificado esta posición y, tras semanas de anuncios y desmentidos –especialmente con Canadá y México– el pasado 2 de abril anunció dos tipos de aranceles. El primero, universal, del 10 por cien sobre todas las importaciones a EE. UU., ya en vigor. El segundo, específico por país, denominado “recíproco”, que es el que se ha puesto en pausa ahora, imponía tarifas más altas a países con los que EEUU tiene déficits significativos. No ha cesado la dramática escalada en esta semana con China con una subida enorme de aranceles mutuos aunque Donald Trump no descartó que hubiera algún tipo de negociación con el gigante asiático.
Lo disruptivo de estas medidas, y sus potenciales implicaciones para el futuro de las relaciones económicas y comerciales –así como los efectos macroeconómicos esperados: menor crecimiento y mayor inflación– provocaron una respuesta rápida de los mercados, especialmente la renta variable. Muchas casas de análisis aumentaron la probabilidad de recesión en EEUU y la economía global a más del 50 por cien en el próximo año, posiblemente acompañada de un repunte inflacionario. Aunque las pérdidas se han ido revirtiendo desde el miércoles, anteriormente fue una sangría: llegaron a volatilizarse las ganancias de las bolsas desde comienzos de 2025 e incluso las del último año, incluido el rally tras la victoria de Trump. Afectó a todos los mercados, en EEUU y también en Asia y Europa. Han sido las mayores pérdidas desde marzo de 2020, cuando se declaró la pandemia. Empresas con cadenas globales como Apple, Tesla o Nike, muy dependientes de Asia, fueron particularmente afectadas. El índice VIX –elaborado por la bolsa de Chicago– superó los 60 puntos, reflejando una alta incertidumbre. En el momento más crítico de esta semana, los problemas llegaron a los mercados de bonos soberanos, con un notable encarecimiento de los Treasuries americanos. Los grandes riesgos del contagio de ese mercado de deuda pudieron ser la principal razón por la que decretó la tregua de 90 días. Los precios del petróleo cayeron, anticipando una posible bajada de la demanda si la economía global se debilita o entra en recesión. Lo que parece claro es que EEUU es uno de los principales perjudicados por su nueva política arancelaria.
Las reacciones internacionales no se hicieron esperar. Muchos países estudiaron represalias. Y China las aplicó llegando al 84 por cien sobre productos estadounidenses, incluyendo energía y productos agrícolas, intensificando la tensión entre las dos mayores economías del mundo. EEUU respondió amenazando con aranceles superiores al 100 por cien sobre importaciones chinas, señalando al gigante asiático como su principal “enemigo” comercial. La UE adoptó una visión más proporcionada, y llegó a plantearse aranceles a productos estadounidenses pero la pausa de 90 días llegó justo a tiempo. También propuso una resolución de “cero por cero” para eliminar aranceles industriales mutuos, que podría volver a estar sobre la mesa en las negociaciones futuras. La UE enfrenta riesgos pero también oportunidades, ante el desplazamiento global de capital humano y financiero. Países como Vietnam, India e Israel iniciaron negociaciones con EEUU buscando exenciones o acuerdos que mitiguen el impacto. Una especie de “sálvese quien pueda” que la tregua ha calmado. En todo caso, sería muy optimista considerar que toda la tensión ha finalizado.
En España, aunque había una fuerte preocupación, la opinión general es que se vería menos afectada que otros países del entorno en una tensión arancelaria. Sin embargo, no es inmune. Además de los efectos indirectos por el debilitamiento de nuestros socios europeos, hay sectores que pueden sufrir especialmente, como el del aceite –muy relevante en Andalucía–, el vino y los automóviles. El Gobierno ha aprobado un paquete de más de 14.000 millones para empresas y sectores afectados. También los gobiernos autonómicos han puesto recursos para apoyar a sus empresas. En todo caso, ante este barullo comercial, aún queda mucha tela que cortar, que probablemente conllevará nervios y desaceleración económica. Tanta incertidumbre global, tanto “pongo y quito aranceles” seguramente estarán parando la inversión global y eso se va a notar en el crecimiento económico mundial de este año y venideros. Y además algunos de los aranceles permanecen, por lo que el repunte de la inflación es casi una certeza. La tarea de los bancos centrales va a ser peliaguda en los próximos meses.
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