Diversión siempre

Náufrago en la isla

17 de marzo 2025 - 06:00

Celebraban los antiguos, los fundadores de todo esto, el Carnaval en cuatro días intensos para coger reservas de libertades, vicios y hartazgos antes de entrar en las prohibiciones, recogimiento y contención de la larga y oscura Cuaresma. Parecería normal entonces el desenfreno para aprovechar la escasez de tiempo en el que uno podía hacer lo que no se le permitía el resto del año. Hace mucho que todo eso dejó de tener sentido, puesto que nadie en este país puede decretar ya un luto oficial de cuarenta días, afortunadamente.

Así que se ha abierto la veda, y ya el Carnaval no tiene por qué celebrarse en Carnaval. Se intenta, eso sí, todos los años. Pero si antes los festejos sucedían siempre "con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide", ahora la autoridad lo permite siempre, y si al tiempo se le ocurre impedirlo se cambian las fechas y ya está. No seré yo el que añore los años en los que la Cuaresma impedía cualquier manifestación de jolgorio, ya que siempre terminaba venciendo a Don Carnal por agotamiento, pero diría que todo esto de aplazar los días en los que el reinado del Dios Momo ejerce su poder carece de sentido.

Si cualquier habitante de estas tierras terrenales de hace unas décadas fuera trasladado en el tiempo hasta los actuales y observara cómo se mezclan los pregones y las marchas procesionales con los cuplés, pasodobles y cabalgatas, pensaría tal vez hallarse en un mundo fantástico e irreal, no sabemos si deseable. El truco actual consiste en coger lo mejor y más agradable de los dos mundos antaño enfrentados, y que no pare la fiesta.

Aún no ha pasado, pero nuestros ojos verán cómo, si en una Feria hace demasiado levante o le da por llover todos los días, la programación se pospondrá a unos días después. Ya hubo un pueblo en la Andalucía interior que, después de una tormenta que impidió el acontecimiento aplazó las campanadas de final de año hasta el verano siguiente, y ahora eso se ha convertido en tradición. La Humanidad es capaz de dar cabida a todas las tonterías.

Se dirá que lo que es una pena es que la gran inversión que hacen los ayuntamientos para que el pueblo tenga siempre su merecida diversión se pierda por culpa del agua tan necesaria. Y alguien tan malage como yo respondería que a lo mejor no habría que hacer tanta inversión. Disfruten.

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