Antonio Morillo Crespo

La duda y la certeza

La Corredera

26 de septiembre 2024 - 03:05

Desde que nacimos estamos entre estos dos polos. Entre el pipo y el cajón. ¿Todo es verdad? ¿Hay algo cierto? Es el eterno dilema de los filósofos, pero también problema tuyo y mío. A veces acertamos y escogemos el camino correcto, pero muchas veces no salimos de la duda y nos acompaña mientras vivimos: ¿ Y después qué habrá?

Pienso en esto leyendo y leyendo la historia. Historia de todos los pueblos desde que se tiene alguna noticia de ellos. La principal duda es si Dios existe o no existe, de ser una verdad indiscutible a ser un invento de los que mandan. Y digo esto porque también en la historia nos cuentan cómo es raro el país o la civilización que sus gobernantes no se han identificado con sus dioses para tener a la gente más en su rebaño. A veces se hacían dioses ellos mismos o a sus camarillas.

Cada país ha tenido los suyos, la lista es inacabable. En el viejo Egipto, Anais, Horus y la diosa Isis. En Grecia, otra diosa, Atenea, y sobre todo el gran Zeus, al que dedicaban los juegos y los deportes. Y Apolo, de larga trayectoria. Los libios Re, el dios solar, y Serapis, compartido con los griegos. En Roma, ¿para qué citar? Júpiter, Toth, Dermeter y las diosas Hator y Punnt. En la legendaria Mesopotamia, la civilización quizás más antigua, Nama el dios lunar y Nusku el dios del fuego... Y para qué seguir. Sin dejar, como es lógico, a Yahvé, el Dios de Israel y nuestro Jesucristo para los cristianos. Pero aún así, dentro de cada religión había y hay sus dudas y sus banderías. Recordemos en la nuestra los llamados protestantes y los heréticos. En suma, queridos amigos, que cada pueblo y cada civilización tiene sus ídolos o sus dioses. Y en defecto hasta sus magos o hechiceros.

¿Quién no ha tenido dudas alguna vez? Pero lo que es cierto, totalmente cierto, es que si tenemos sed es que existe el agua. De cajón. Sobre todo si tenemos ansia de amor y de felicidad, es porque debe existir un Ser Supremo Dios que lo es y que aspiramos a llegar a Él cuándo finiquitemos esta vida. Porque nada en el mundo colma nuestra ansia de felicidad.

Cuentan de un gran filósofo que durante toda su vida alardeó de su ateísmo y que cuando estaba expirando dijo a los que estaban a su alrededor: “Recemos un padrenuestro por si acaso”.

El mundo es enorme, miles de galaxias y miles de estrellas en cada una de ellas. Nosotros estamos en un planeta perdido en el ancho mar del firmamento. Aquí estamos hasta que trascurrido nuestra corta o larga vida, acabemos… Yo pienso que es imposible que mi alma termine convertida en cenizas como lo estará mi cuerpo. Esa sed que nos corroe tendrá que tener su logro.

P.D. Amigo mío y amiga mía, si hoy te he creado problema, discúlpame, pero también te deseo que al final de tu vida logres la eterna felicidad a la que todos esperamos. Y esa solo nos la podrá dar Dios.

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