La ética de la comunicación

Tribuna Económica

27 de febrero 2025 - 03:05

Una sociedad democrática decente debe basarse en el principio del consentimiento de los gobernados”. Con esta frase inicia Chomsky el ensayo que titula Consentimiento sin consentimiento. La uniformación de la opinión pública. El problema es que los gobernantes tienen medios de sobra para conseguir el consentimiento de los ciudadanos. La clave está en el relato. Si el gobernante sabe cómo utilizar las herramientas del marketing y la propaganda para influir sobre la opinión pública, entonces podrá conseguir que la gente renuncie a su propio criterio y acepte la sanción al disidente. Lo importante es en saber que teclas deben pulsarse e introducirlas en el relato.

Cuando Sánchez regresó de su retiro de reflexión sobre su permanencia en el Gobierno, tras conocer el panorama judicial de su esposa, decidió que había que reforzar el relato del miedo a la ultraderecha con otros ingredientes. El de la corrupción judicial, previamente aireado por el independentismo catalán, tenía la ventaja de la vestidura moral, tan eficaz para desactivar la tentación de la razón y justificar el castigo a la discrepancia. Lo mismo ocurría con la manipulación tóxica de la opinión pública a través de los medios menos afines y redes sociales. De aquellos lodos vienen la nueva Ley Orgánica del Poder Judicial y el Plan para la Regeneración Democrática, con el que se pretende controlar a los medios de comunicación.

El episodio más reciente es el de la condonación de la deuda autonómica, a raíz del acuerdo entre el Gobierno y ERC para cancelar la deuda de Cataluña a cambio del mantenimiento del apoyo parlamentario. El objetivo del relato, en este caso, es convencer a la opinión pública de una falsedad: que estaremos mejor aceptando la carga de la deuda como españoles, que como residentes en nuestra comunidad.

Bernays, el padre de lo puede denominarse “ingeniería del consentimiento”, utilizó técnicas sofisticadas de marketing para manipular la opinión pública con objetivos políticos y comerciales a principios del siglo XX. Es un claro ejemplo de proximidad entre los mecanismos que mueven a la política y la economía. Defendió los intereses de la United Fruit Co. frente al Gobierno de Guatemala, que se propuso desmontar los abusos de la compañía expropiando y entregando a campesinos las tierras que no cultivaba. La estrategia consistió en acusar de comunista al presidente de la República y convencer a la opinión pública de que tan inmoral comportamiento justificaba el golpe de estado que finalmente se produjo en 1954. En sentido opuesto, en el de desmontar restricciones morales, también consiguió para la potente industria tabaquera convencer a la opinión pública de que nada había de reprochable en que las mujeres fumasen, por entonces absolutamente contrario a la moral dominante.

No hace falta mucho esfuerzo para encontrar similitudes con la estrategia del nuevo presidente norteamericano para imponer sus intereses hegemónicos en América frente a China, Canadá o Europa, en referencia a Groenlandia, utilizando incluso la mentira sobre el gasto en la guerra de Ucrania y llamando dictador a su presidente, como recurso para la vestidura moral de su relato.

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