Manuel Amaya Zulueta

Europeo total

Más allá de lo amarillo

13 de febrero 2025 - 03:04

Sihubiera que adjetivar lo esencial del Real Madrid, hallar, desvelar el tuétano osteológico de este triunfador, el término que creemos más genuino para definir a los blancos es el de “europeo”. Esa es su médula ósea. Esa es su esencia, en términos más filosóficos. Ser europeos, quiere decir, agigantarse en Europa, porque qué lógica existe, díganme, en que un equipo que ha permitido que Barça y Atlético de Madrid le alcancen en la liga, tras haber perdido contra el semisegunda Español de Barcelona y no haber podido pasar en su Neochamartín remozado del empate en el derby madrileño, gane muy bien en la helada Mánchester.

Apenas vi el resultado del sorteo, servidor habría apostado la vida a que el team de la Castellana pasaba ante el City. Segurísimo. Ni un uno por ciento de duda. Servidor, como te hacían presentarte en sociedad las monjas de San Martín, con esa portada mágica de la Casa del Almirante enfrente, de las más bellas de Europa… Servidor, repito, ama el fútbol, porque servidor no encuentra nada más relajante, nada más quitapenas que un buen partido. Tras una jornada de retocar la próxima novela y acicalar el último poemario, acudir a otorrinos y traumas y tras unas horas de relectura pesada y gorda de Ser y Tiempo de Heidegger, con la cabeza echándole chiribitas, el que suscribe esta crónica no halla mejor relax que un partidazo de furbo, con habano y copa de Chivas.

Y, precisamente, porque uno se distiende ante 22 tíos corriendo detrás de un balón, ve equipos de todos los colores. Y uno de ellos es el City, un mecanismo que no era nada y que con mucho dinero para fichajes y el entrenador de moda, se subió a la joroba del Arsenal, del Totam, del vecino mancuniano, el United, y a la del prepotente equipo del exquisito barrio de Chelsea. Jugaban al fútbol como los serafines. Daba gusto ver esa máquina de posesión infinita que con la tela de araña de la misma envolvía a los rivales en valses de derrotas continuadas.

Pero eso se terminó. El Misterio, eso que produce las religiones, se desconoce. Aunque puede analizarse medianamente. El City, décimo en la liga inglesa, continúa aferrado a un fútbol caduco, que ha envejecido mal y no halla elixir rejuvenecedor. Así, podemos observar cómo el lateral derecho se la pasa al central, el central al lateral izquierdo, el lateral izquierdo a Rodri, el español al central, el central al lateral izquierdo, el lateral izquierdo al lateral derecho… Y así hasta el pitido final. Rectos al trono de la monotonía. Parecido al Barça de Xavi. Menos mal que apareció el santo Hans-Dieter. Porque sigue pensando el envejecido Guardiola que con el balón en los pies nadie te puede meter un gol y es verdad, el Madrid no le embutió uno, sino tres al mago del “país chiquitito”, siguiendo esa dictadurita empeñada en separarse del tronco hispano para intentar realizar el viaje a ninguna parte.

¿No tiene, pues, mérito el triunfo de los hoy orange? Claro que lo tiene; aunque City y Madrid deberían avergonzarse de no haber quedado entre los ocho primeros. Pero ya puestos, ese cuadrilátero maravilloso que posee arriba (Bellingham, Embapé, Vini y Rodrigo) empezó perdiendo y terminó pasmando. Porque es que poseen muchísimo fútbol en las botas y, aunque la defensa sea muy flojita dadas las lesiones de Alemao, Rúdiguer y Alaba, esos cuatro son capaces de todo. Y a la vez, sin querer, parten al equipo en dos bloques que cuando no se homogenizan se encaminan a derrotas brutales. Los 0/4 y 2/5 nos dan la razón. Porque los albos tienden, sin querer, a ponerse en modo 4-2-4, aquella fórmula que inventó Martín Francisco, un coach brasileño que entrenó al Bilbao hace lustros. Pero ante un equipo de capa caída como el City Vini se basta y sobra para firmarles el acta de defunción. Y en Madrid, otra derrota, no lo duden, el impero Guardiola terminará por los suelos.

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