El parqué
Jaime Sicilia
Siguen las caídas
El Fiscal General del Estado no debe dimitir porque no ha sido condenado. Eso es lo que dice mi yo-jurista, pero lo que dice mi otro yo, el del sentido común, es que el máximo representante de la Fiscalía no puede ejercer al estar investigado en causa penal en la que el propio Ministerio Fiscal que preside ejerce la acusación pública. Estamos hablando de ética, estética y de patética, que es la posición que adopta el propio investigado, diciendo que no va a dimitir, que hizo lo que tenía que hacer o qué sé yo. Y patéticos son también los ministros que están saliendo en fila, uno detrás de otro, a desinformar a los ciudadanos y transmitir mensajes simplones y falsarios.
Se están mezclando las cosas y gente como Alegría o Bolaños extienden el mensaje de que la culpa de todo es de Ayuso y de su novio, que esta persecución al Fiscal investigado procede de magistrados fachas y que actuó correctamente porque debe decir la verdad. Nos toman por imbéciles, claro está. Es como aquella noticia de que una mujer iba a la cárcel por robar cincuenta euros. ¡Qué barbaridad! Lo que ocurre es que hay que leer las sentencias o, como mínimo, el texto de las noticias y no sólo el titular. Esa mujer forzó la cerradura de una casa, robó a punta de cuchillo a otra mujer, hiriéndola levemente, y consiguió robar sólo ese importe. Simplificación mentirosa.
Y esa misma simplificación es la que pretenden vendernos los anteriores, uno de los cuales es, para más inri, el ministro de Justicia, que debería ser un jurista de reconocido prestigio con mando en plaza y conocimientos sobre la materia y no el becario "nerd" de Pérez-Royo. Decir que los jueces son de derechas y que por eso encausan al fiscal hace sospechar que a este lo tiene por alguien de izquierdas y no por el defensor objetivo de la legalidad.
Esto resulta lamentable, ciertamente, como también sus declaraciones -las de los ministros antes citados- respecto de la imputación de Begoña Gómez, una ciudadana particular que tiene la buena o mala suerte de estar casada con el Presidente del Gobierno. Que un ministro de Justicia dé su opinión sesgada sobre la instrucción de una causa penal de quien sea, deja bien claro que no merece ostentar el cargo que tiene.
Pero esta es la estrategia de un Gobierno arrinconado: los malos son los jueces, las togas, los fachas en general. El profe me tiene manía et alii. Qué otra explicación puede haber para que la Abogacía del Estado redacte querellas temerarias contra jueces instructores, que son archivadas pese al apoyo de la institución que preside el Fiscal General del Investigado, que por no dimitir (ni ser cesado) deja en mal lugar a tantísimos esforzados fiscales que trabajan día a día en los juzgados, con pocos recursos y muchos legajos. Y que muestran su indignación pública y privadamente.
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