Antonio Morillo Crespo

Las flores y...

La Corredera

22 de octubre 2024 - 03:03

Siempre digo a mis amigos que cuando yo me muera, no vayan a mi entierro, porque yo no me voy a enterar. Más uno de ellos me respondió: lo mismito digo yo a mi mujer, que cuando yo me muera no me ponga flores, que el dinero que tiene destinado a ello, me lo dé ahora y yo me lo gasto con mis amigos en tomar unas cervezas. ¡Hombre esto es demasié para mi caso y para mí amigo! aunque ambos tengamos algo de razón. Sobre todo en lo de las flores, porque la flor es el símbolo quizás más hermoso de nuestra existencia. Es el fruto de la Tierra más emblemático, tiene color, tiene perfume, tiene colorido y sin tener nada de material, ofrece sensaciones de amor y de pureza.

No sé si lo he contado, pero no pasa nada si reitero sobre el tema. Primero que hay dos cosas que no hay que pedir, que vienen solas, que son la lluvia y la muerte. De todas maneras hay que tener siempre presente que la muerte es pasar de una vida a otra. Y no solo lo sabemos y pensamos los cristianos. Cuentan que Sócrates el gran filósofo griego estaba rodeado de sus alumnos que lloraban porque había de tomar la cicuta veneno al que el habían condenado y les dijo “no lloréis por mi porque solo voy a pasar a otra vida, puesto que el alma es inmortal”.

Así que no solo somos los cristianos los que creemos en otra vida y en la llamada comunión de los santos por la que podemos relacionarnos los vivos y los que lo fueron antes. Dentro de poco Día de todos los Santos es costumbre ir al cementerio y poner unas flores en la tumba de nuestros allegados. Ellos ya gozan de la otra vida, esa otra vida que pregonaba el antes citado gran filósofo Sócrates y que nuestra religión proclama continuamente. Lo triste es que esta fecha no coincide con el llamado mes de las flores mayo o junio. Y en consecuencia tenemos que optar por flores artificiales que sí son llamativas y tienen colorido, pero carecen de lo mejor que es la savia y el perfume. De todas maneras llevan nuestro cariño y recuerdo.

La vida aquí abajo se acaba más tarde o más temprano. Hay que comprender y sobre todo ayudar, cuando sabemos o nos enteramos, de aquellas personas que sufren en sumo grado la angustia de la soledad y de los tormentos y angustias de esta soledad y de los quejidos cerebrales. Él se acabó, él no va más, el pirarse, el quitarse de fumar (dicho en plan de guasa) es inexorable. Pero en verdad y por lo dicho no pasa ná. Hay otra vida y en ella estaremos por toda la eternidad.

A mí me quebranta el ánimo, en otras palabras, me deja patidifuso, cuando leo en la prensa que los suicidios aumentan, que incluso pasa entre los jóvenes o personas de edad temprana. Y hay que comprender, que si ellos toman esta terrible decisión es porque sufren lo insufrible, que están atormentados y su angustia puede más que los consejos o advertencias que otras personas le den. Y sin embargo hay remedios que saben muy bien los médicos y en especial los psiquiatras y los psicólogos. Y no cabe duda también las personas que viven con ellos que advertidos de sus pesadumbres, pueden con su amistad, compañía y afecto y cariño, hacer más leves sus quebrantos y sus angustias. Y sobre todo no despreciarlos por su carácter y pesadez.

P/D. ¡Ánimo querido amigo! Mucho deporte, lecturas y colegas. Y además piensa que Dios está contigo y tendrás luego una eternidad, siglos y siglos felices allá arriba. Un abrazo.

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