Tribuna Económica
Carmen Pérez
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Apropósito de los menores inmigrantes, mencionábamos en un artículo anterior la caída del número de niños en España, más de 310.000 en una década, pues nuestra tasa de natalidad (nacimientos por mujer) es de 1,19, cuando 2 sería lo que da estabilidad a la población. Las políticas de natalidad fracasan, e incluso gobiernos populistas como en Hungría o Italia no obtienen resultados; sin embargo, el aumento de la población en sí no es algo que todos desean, y es conocido que Josep Vandellós en su Catalunya Poble Decadent de 1935, se posicionaba ya contra una posible proletarización, recelando de la inmigración, y dando prioridad “al bienestar de las mujeres, hacer crecer mejor a los hijos, y elevar el nivel de vida general”.
Hoy, una causa de la débil natalidad es la prevención de las mujeres a no desarrollar una carrera profesional, como mostraba la premio Nobel Claudia Goldin, y recientemente Henrik Kleven, de la Universidad de Princeton, para 134 países; sin embargo, esto puede ser así un tiempo, pero no cuando se mira una carrera profesional completa. Aquí se plantea la responsabilidad de las empresas, que aunque aceptan la conciliación en sus declaraciones corporativas, fallan al aplicarla en la práctica diaria. Igual de importante –y esta sería una segunda causa– es el tiempo para dedicar a los hijos, que antiguamente se criaban sin estar tan pendiente de actividades y tareas escolares. Este esfuerzo de muchas horas, que se exige principalmente a las madres, se aliviaría con un sistema educativo bien dotado y orientado, y no se entiende ese razonamiento que se da en Andalucía de renunciar a más de cien millones para guarderías porque hay menos niños; habría que pensar al revés, que con un entorno educativo bien dotado se estimulan las expectativas de padres potenciales.
Una tercera causa es que la gente vive cada vez menos en pareja: España, Italia, Portugal y Grecia son países donde más porcentaje entre 25 y 34 años viven con los padres, y la tasa de natalidad es más baja. Es difícil defender la vida y los nacimientos, sin defender salarios mayores y vivienda asequible, y en un trabajo reciente calculábamos que en Málaga el porcentaje de vivienda asequible con relación a la renta familiar era del 37% para una vivienda de hasta dos dormitorios, y caía a un 17% cuando se quería una algo más amplia. Una conclusión es que hay razones económicas que impiden el repunte de la natalidad, y pueden ser mitigadas por una política empresarial y pública adecuadas. Pero también hay que contar con cambios en la manera de entender la vida, y si antes se valoraba mucho la satisfacción de tener hijos, hoy hay otras prioridades, a lo cual se une la ansiedad, inquietud, frustraciones que se reflejan en todas las dimensiones de la vida. Aunque no es un tema para frivolizar y tampoco tiene mucho que ver, no me resisto a contar la visita de Louis Armstrong al papa Pío XII cuando estaba en viaje de novios con Lucille, su cuarta esposa; se dice que el papa le preguntó si ya esperaban un hijo, y que Armstrong le contestó: “No, su Santidad, pero lo estamos pasando muy bien intentándolo”. Los cardenales atónitos, la risa del papa, forman seguramente parte de la inventiva que rodea estas anécdotas.
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