El Alambique
María González Forte
Supervivencia
Más allá de lo amarillo
Elpartido de la arábiga Recopa de España, ay, ese Piquer, tuvo un claro, un franco ganador, el F.C. Barcelona. Ciertamente el litigio no nos hizo disfrutar de un fútbol maravilloso, qué va, ojalá. Los del Condado, en contra de lo que nos tienen acostumbrados, erraron demasiadas entregas, apenas si hubo conexiones exactas, como otras veces; muchos balones al contrario, demasiados yerros continuados, no puntuales. Baste ver, como ejemplo, el horroroso partido que forjara Lewa. Con Pedri más movido hacia la posición de éste que hacia la del inesperado Casadó, la maquinaria de relojería se atrasaba, se adelantaba, se trastornaba. Esta vez el genio cedió el sitio al más aguerrido Gavi, tal vez temiendo el coach germánico que el Bilbao rasgara con facilidad la seda del canario y se diera en seguida con la cara infantil de Cubarsí o la veterana de un Íñigo Martínez que está jugando los mejores partidos de su vida. Algo inesperable para servidor. Pero como jugó el Barça A, se cumplió, como expresan los toreros que realizan faenas de aliño. Y poco más. Llamamos Barça A cuando acontece que se viste de corto Yamal. Y B al equipo en que éste falta para mal de su equipo y de todo aquel que guste del balompié maravilloso. Aunque qué difícil es que un barsero disfrute con el veterano Modric o que un blanco lo haga con el niño de oro de la selección de fútbol de España. Somos así. Quizá si no fuéramos tan ¿fanáticos?, el fútbol no sería la nueva religión, sino algo así minoritario como el balonmano.
Al otro lado del frente, las huestes casi vascas del Aleti pneuvista. Sí, de toda la vida, el equipo del PNV. Decimos “casi”, porque nunca hemos leído, visto, aprendido que los verdaderos vascos, los del Rh negativo del recalcitrante Arzallus, hubieran dejado de ser blancos. Normal que en el Español o en el Barbate aparezca un jugador subsahariano (insoportable eufemismo que evita el que actualmente, con la dictadurita lingüística al uso, parece ser terrible adjetivo “no-blanco”); pero en un equipo tan ¿regionalista?, tan nacionalista, tan vascuence, resulta insólito el fenómeno. A pesar de las delicias futboleras que nos ofrece siempre Nico, con su juego de encaje de Almagro o la máquina de guerra de su hermano mayor, quien nunca quiso ir a la selección española. Como Brahim, for example. Les tira el terruño. Cosas.
Pues el Aleti hizo lo que pudo, con goles bien anulados y que con el fútbol sin-var muy probablemente habrían valido. Lo fueron por detalles imperceptibles e imposibles de detectar para la pupila humana. Pero en este caso estamos ante un ejemplo de cómo el var, tan denostado otrora (incluso en este Mas Allá de lo Amarillo) nos enseña su cara menos injusta, más exacta, con menos dislates.
Si algún lector se ha escandalizado, o, menos, sorprendido por la equívoca aparición del término Franco-franco, débese eso a que, con la epidemia que ha forjado don Pedro, de súbito hemos vuelto a un personaje histórico que estaba absolutamente olvidado en tiempos de Felipe o de Aznar. Pero Sánchez es capaz, como perfecto modelo de El Príncipe del renacentista Maquiavelo, de resucitar a cualquiera y ahora lo ha hecho con Franco. Y tenemos (otra vez, no, otra vez no, por favor) a Franco hasta en la sopa. Me pregunto si la memoria esa famosa sirve a la paz entre españoles o a la salud democrática del país. Desconfío de eso que califico entre mis amigos como la necrofilia nacional y a la que tan aficionado resulta ser el español. Taumaturgia de rebotica. Dijo el judío de Nazaret: “Dejad que los muertos entierren a los muertos” (Lucas 9:60). Resurrección sólo hubo una, no jodamos.
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