GPS de la convergencia andaluza… recalculando

Tribuna Económica

31 de marzo 2025 - 03:59

EL patrón de la economía andaluza desde el inicio de la Autonomía ha sido bastante estable. Sobrerreacciona respecto a la economía española que, a su vez, sobrerreacciona respecto a las de los países desarrollados. En resumen, crecemos mucho durante las expansiones económicas, como lo estamos haciendo ahora en los Nuevos Felices Veinte, pero, cuando el ciclo económico internacional se torna en recesión, experimentamos trepidantes caídas que nos dejan malavenidos.

En resumen, Andalucía ha sido la liebre de la fábula de Esopo, que salía disparada, cuando el ciclo le permitía correr y rápidamente convergíamos con España, para después acabar exhausta cuando el viento económico de cola se tornaba en viento en contra, y perder toda la convergencia alcanzada, al caer mucho más que la economía española. Este patrón se mantuvo hasta la Crisis Financiera 2008-2014, dónde de nuevo caímos más que la española. Pero en la salida de la misma, algo cambió, cuando España volvió a crecer, Andalucía, en contra de lo esperado, creció menos en el periodo 2015-2018. De este modo, pasamos a ser una liebre coja a la que la tortuga siempre adelantaba, no sólo en las crisis, sino también durante las expansiones.

En el último sexenio podríamos estar iniciando otro patrón, el de una Andalucía que consigue replicar a la economía española, con ligeros crecimientos (o menos caídas) que la economía española, salvo en los dos años que más dura ha sido la sequía, 2022 y 2023, en los que nos ha superado España debido al carácter hidrointensivo de nuestra economía, con sectores como el agroalimentario o la hostelería, demasiado dependientes de nuestras reservas hídricas. De hecho, en 2024, con una pluviosidad ya creciente, conseguimos crecer una décima más que la economía española. Si pudiéramos mantener este nuevo patrón en 2025, con pantanos rebosantes, deberíamos ser capaces de superar el crecimiento nacional.

En resumen, la liebre rápida, pero que se frenaba al final, y que posteriormente tornó en liebre coja, siempre retrasada, podría estar transformándose en una tortuga más lenta, pero fiable. Es pronto para saberlo, aunque es justo reconocer que se está avanzando en la dirección correcta en este sexenio, con una fiscalidad más atractiva pero, sobre todo, con un mayor esfuerzo por mejorar la productividad de la propia Junta de Andalucía. Se ha conjugado con fuerza el verbo simplificar, y se han empezado a dar pasos para hacer lo mismo con el más complicado de digitalizar. Pero sólo se conseguirán grandes avances, a largo plazo, si se les pierde también el miedo a los verbos evaluar e incentivar. Para el primero, se debería desempolvar el borrador de Ley de Evaluación de Políticas Públicas que el adelanto electoral de la pasada legislatura recluyó en el cajón del olvido burocrático. El segundo, incentivar, exige de mayor pericia y fineza, mejorando los actuales sistemas de medición de productividad del sector público andaluz, desde los funcionarios de su administración, a los profesores de sus universidades, para evitar que, en no pocas ocasiones, nuestros incentivos actúen en sentido inverso al deseado, es decir, desincentivando la productividad.

Con la tranquilidad que nos otorgan las tasas de desempleo actuales, es hora de ser ambiciosos en el espíritu reformista y procompetitivo que debe impregnar los proyectos legislativos que se están cocinando en las diferentes consejerías, antes de que la vorágine electoral congele, de nuevo, toda voluntad de cambio.

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