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Tribuna libre
Gaditano libre, católico (llámenle carca, no se ofenderá, yo tampoco), creador y trascendental, no fue poeta desde los 14 años, cuando publicó su primer poema; se es poeta desde que se nace y así nació nuestro hermano de corporación, con ese don llámenle "divino" o "casual", como muchas personas nacen con el "don" (llámenle nuevamente "divino" o "casual") de ser artista, escultor, pintor, tenor, carpintero, ebanista, orador...
En su poesía dedicada a Nuestro Titular, el Cristo de la Buena Muerte, lo identifico como poeta y escultor de palabras. Palabras que saben transmitir su visión de la profundidad o sencillez de la vida en su extensa obra poética, y por la admiración que le producía contemplar una talla anónima, una obra de arte (fuera de las creencias de cada cual). Le producía inspiración el anónimo escultor que consiguió transmitir desde un trozo de madera tanta pureza de cada lasca que iba tallando y gubiando con sus manos. Parece que fue profético cuando escribió y dedicó los citados versos al Cristo en 1923:
"Que mi alma en Ti prisionera, vaya fuera de su centro por la vida bullanguera; que no le lleguen adentro las algazaras de fuera".
"Que no turbe mi consciencia la opinión del mundo necio; que aprenda, Señor, la ciencia de ver con la indiferencia la adulación y el desprecio".
Con esa sencillez y humildad, transmitida en sus obras y poesías, quiso vivir, morir y legar, como hombre de paz y bien, sencillez y humildad. Que en estos nuevos tiempos convulsos son valores que le faltan a los que quieren ensombrecer a un gaditano universal, como también lo fue en su inmensa obra Rafael Alberti, más allá de creencias y resentimientos del pasado que nada aportan a nuestra sociedad.
Así estará José María, sonriendo, viendo la indiferencia y el desprecio que tan poco le importaron en su vida.
A tal señor tal honor.
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