Enrique Montiel
Esa música
La Corredera
Es lo que se lleva. Es de tremenda actualidad. Preguntas a una mujer joven cuántos hijos tiene o cuántos va a tener y te responde que tiene bastante con sus sobrinos. Y tiene sus razones, entre ellas la más frecuente que tiene un trabajo y no podría dedicarles un tiempo. O sencillamente que para ella es un engorro tener que amamantar al bebé y estar todo el día cambiando pañales. A mí me suenan a sueco esas alegaciones. Pienso y les comento, cuando tercia, que dentro de unos años en España no va a haber más que moros y negros (dicho con todo respeto y consideración a ambos colectivos) Y es muy fácil comprenderlo… Cada día vienen más africanos a nuestras costas buscando mejor vida y son dramáticas las peripecias que sufren para pasar en las célebres pateras a fin de llegar a mejor vida. Comentando con uno sobre el cielo y el infierno, le decía el español: “Llegará el día en que lleguemos al cielo”, a lo que el otro le contestó: “El cielo tu lo tienes ya, el próximo es para nosotros, que ahora estamos en el infierno”.
Yo comprendo que hay diferencias en el tiempo y en las circunstancias. Yo he tenido seis hijos y tengo ahora 16 nietos que son mi alegría. Además, un perro que es el mejor juguete para los dichos nietos, que están locos con él. Y además me he criado en una casa con piso de arriba (ocho hermanos) y piso de abajo(siete primos). Y, para todos, pan con manteca y puchero. Hombre, sería hoy mucho, pero al menos una parejita. Una vez le dije a mi madre: “¿Por qué no pones algo de carne?” Y me contestó: “Hijo mío, esta no es casa del marqués de Tamarón”.(Anécdota al canto: la carne estaría muy cara, de modo que cuando uno estaba ya en las últimas, se decía de él: ya le están dando el pastelito). Total, que no estábamos solos y aquello era una marabunta, pero bien y contentos. Bien es verdad que los tiempos cambian y hoy no es lo mismo que ayer, pero no demasié. Eso de no tener hijos es una pasada. Y además, lo digo con rotundidad, que la mayor alegría de mi vida fue cuando tuve en mis brazos a mi primer hijo. Mi corazón estalló de alegría y de satisfacción. No ha habido en toda mi vida, que ya es larga y gracias a Dios buena, ninguna alegría tan grande.
Entonces había las llamadas ‘migas’ que eran como colegios o residencias para niños pequeños. De tal manera que una madre con un niño pequeño, en cuanto podía lo llevaba a la miga y allí lo tenía bien cuidado. En todo caso esto sería, de poder hacerlo, a cuenta de los poderes públicos, como se tienen a las escuelas de Primaria o a los institutos para más mayores.
Verdaderamente es una tragedia que no se quiera tener hijos. Tendrán toda la razón del mundo en cuanto a que no se puede compartir buen trabajo e hijos. Pero también es cuestión de egoísmos, pura y sencillamente egoísmos. Y, desde luego, la culpa la tiene el Gobierno, que no pone medios para facilitar que sean posibles ambas cosas.
P.D. Me gustaría que las niñas y las no tan niñas recapacitaran sobre el asunto y encuentren medios y forma para que nazcan niños, que es lo más hermoso y maravilloso de nuestras vidas. El perrito está bien, pero no basta.
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