Un hospital y pico

El Alambique

29 de enero 2025 - 07:00

La rehabilitación del Hospital de San Juan de Dios es ya una realidad, quizás fruto del rodillo municipal que, con una amplia mayoría, trabaja haciendo oídos sordos a los otros. La realidad a la que estamos acostumbrados es la del rodillo, y ya viene siendo habitual que ningún proyecto sale de los que debería ser, el consenso por el bien común. La realidad es que, por fin, tan emblemático edificio, que viera la recuperación de toreros y artistas, descansando al sol en una romántica hamaca situada en su balconada, y mirando al río, volverá a ser una realidad. Quizás lo mas destacable es su integración a ese río, al que nunca miramos, y del que vivimos a sus espaldas, y que, poco a poco, cobra protagonismo. Quien sabe a qué lo destinarán los que lleguen detrás, pues, no me cabe duda que los gobernantes venideros desecharán las ideas del anterior, por el simple hecho de no ser las propias, modificando el uso, y ello en un alarde de convivencia democrática y respetuosa, en donde lo del contrario, sea lo que sea, siempre será una autentica aberración casposa.

De momento, buena noticia, y curiosa, pues dependiendo de donde estemos, a su derecha o su izquierda se sitúa el Parque, el Parque Calderón, de Ruiz Calderón para ser más exactos, ya que a finales del XIX el que fuera alcalde la ciudad, Severiano Ruiz Calderón ordenó su remodelación y aspecto casi actual. Su última remodelación la haría un descendiente suyo, Ramón Pico, arquitecto natural de la ciudad, y cuyo nombre quedará vinculado a la misma, ahora por dejarnos la rehabilitación y remodelación del Hospital de San Juan de Dios, o de Micaela Aramburu.

Por una vez, y esperemos que no sea la última, es alguien que conoce la ciudad, y está vinculada a ella, quién se encargará de devolver el esplendor a tan digno edificio, con nuevos usos, volviendo a mirar al río, y de forma que todos podamos disfrutarlo, a Dios gracias por ocio, no por necesidad médica. Queda mucha tarea pendiente y mi pensamiento se marcha hacia Santa Catalina. Qué no haría con ella este arquitecto, qué no haría con esas ruinas de un baluarte como el que allí, hasta no hace mucho, existió. Solo espero que alguien recoja el testigo, se acuerde de lo que fueron nuestras defensas y defiendan su uso, un uso, como ahora, alejado del que tenía en su origen, pues igual que San Juan de Dios será un nuevo espacio mas útil, curando el alma y cuidando el pensamiento, Santa Catalina puede seguir disparando, y no cañones, sino sones y poemas, vistas infinitas hacia la Bahía, y como no, puestas de sol inmejorables.

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