El parqué
Jaime Sicilia
Siguen las caídas
En este desgraciado fin de semana más de Halloween o de Difuntos que nunca recordé aquella frase de la película que no dirigió Tim Burton; me refiero a Pesadilla antes de Navidad. En una de las escenas, ante una problemática el alcalde del pueblo confesaba que era un funcionario electo y que carecía de capacidad para decidir. Qué doloroso y poco sorprendente resulta descubrir trazas de verosimilitud en películas de animación de nuestra infancia. Es como esa gente que saca antecedentes de todo en la serie de Los Simpson, el Nostradamus del siglo XXI, que todo lo profetiza y predice.
Dirán que soy friki o millenial, sea eso lo que coño sea, por introducir dibujitos animados en una columna de un tema tan grave como el de las inundaciones de la Dana que asola el levante español (no la península ibérica, como dijo el Papa Francisco, siempre bien avenido a meterse en un charco hasta cuando diluvia). A esos criticones les dirijo esta otra digresión: la antigua Roma, antes de que César cruzara el Rubicón, tenía un gobernante para la paz y otro para la guerra. Existe una gran belleza en este pragmatismo supino que desvela lo que no muchos quieren conocer: que en tiempos de tribulaciones hay líderes que aglutinan a su pueblo y lo dirigen hacia su salvación, mientras que otros no son capaces ni de levantarse de la mesa. Y viceversa, claro. Cuántos presidentes de gobierno, de república o de otro tipo, pero todos ellos guerrilleros y peleones hemos visto naufragar en las riadas de la distribución, la organización y la planificación.
Estos pasados días han sido vergonzosos. Ver a nuestros dirigentes echarse la culpa unos a otros, intentando no parecer negligentes o malignos, mientras la gente rezaba desde el techo de un vehículo a pique de ser arrastrado por la corriente de agua, causa náuseas a cualquiera que tenga una mente libre de prejuicios ideológicos. Los peor parados, el presidente autonómico Mazón, y el gubernamental, Sánchez. Pero muchos otros detrás, desde los cargos intermedios que carecieron de humanidad, hasta las piltrafas dedicadas a contaminar la opinión público al modo habitual: el "y tú más". Dan asco, mucho, todos ellos. Y hacen dudar de este Estado de las Autonomías previo a una república federal, tal y como pueda el PSOE sanchiano.
Visto lo visto, prefiero un Jefe del Estado sin afiliación política y que nos replanteemos cómo podemos permitir a estos miserables, inútiles y acomodados, seguir rigiendo nuestras vidas. Estoy harto ya de revisar hemerotecas sonrojantes, de que la mentira sinvergonzona no contabilice negativamente, de palafreneros digitales y de que aquí dimitan los mismos que son cesados: ninguno.
Los españoles siempre podremos salir a cualquier palestra con la cabeza alta, no tan vasallos como ciudadanos: comprometidos, solidarios, donantes, movilizados para ayudar a los más necesitados, poniendo en riesgo sus vidas, dando lo que uno tiene y lo que no. Un pueblo maravilloso acostumbrado desde hace tres mil años a sobreponerse a las adversidades, sean invasores infanticidas o gobernantes infames. Tan maravillosos que incluso en tiempos aciagos como los que pasamos, siempre habrá un sonriente Valentín que sacará de su casa inundada una olla de albóndigas para compartirla con sus vecinos. Y en salsa, además, no en tomate. Porque somos inempatables.
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