Tribuna Económica
Carmen Pérez
T area para 2025
Tribuna Económica
El informe para dar impulso a la competitividad europea, que lleva el nombre de Mario Draghi, no parte de una visión catastrofista, pues Europa tiene una buena educación, sanidad, estado de bienestar, y un sistema financiero y economía sólida, pero es indudable que cuando nos comparamos con Estados Unidos, China o Japón, aparecen debilidades que pueden llevar a una Europa anémica. Por ejemplo, el gasto público en investigación y desarrollo como porcentaje del producto es similar al de Estados Unidos, pero las empresas europeas invierten poco, y del total de investigación y desarrollo (I&D) es privado el 81% en Estados Unidos, 76% en China, ,y sólo el 67% en la UE. Además, las empresas no abordan tecnologías punta; las tres que más invierten en Europa son Volkswagen, Mercedes Benz y Bosch, y el sector del automóvil sigue siendo el primero, igual que hace 20 años, mientras que en Estados Unidos la inversión ha cambiado a Alphabet, Meta, y Microsoft. Se trataría de unir innovación industrial con nuevas tecnologías de las que dependemos, y en este sentido, Daniela Schwarzer, de la Federación de Industria Alemana, cuando se refiere a la inversión industrial, la entiende junto con innovación digital, siendo quizás el mejor ejemplo el Internet de las cosas, que une digitalización y mecánica.
Si trasladamos esta idea a España vemos que hay una correspondencia entre la relativamente baja inversión y la baja productividad, que se asocia al factor trabajo, con unos índices de inversión en investigación y desarrollo (I&D) y productividad, de 0,75 y 52,5 para España y 1,6 y 55 para la media de EU-27. Estados Unidos está en 2,75 y 75, sin embargo, Dinamarca con menos inversión en I&D consigue la misma productividad que Estados Unidos, y es similar en Bélgica, Suecia, Austria, y Finlandia, lo que muestra que a determinado nivel, no se trata sólo de invertir más o menos, sino en qué y cómo se invierte. En el caso de España, aunque sea un lugar común, las empresas más significativas cuando diversifican –no damos nombres, pero ahí están– dedican sus fuertes excedentes financieros no a promover tecnologías punteras (todo lo más las compran), sino al inmobiliario, o a recompra de acciones.
Una idea se reitera en el Informe, y es la urgencia de una acción colectiva para crear en Europa las condiciones para retener y atraer empresas e investigación de nivel. No se trata de incentivos fiscales con los que ingenuamente algunos presidentes autonómicos pretenden fomentar la implantación de empresas, ni de la fanfarria con que políticos locales anuncian a inversores que anecdóticamente se instalan, sino de que núcleos locales empresariales, financieros y de investigación, sean un imán para las tecnológicas. En la escala de Andalucía, con tantas carencias, habría que dedicar todos los recursos posibles a centros de investigación aplicada en tecnologías avanzadas, y no dispersarlos en nuevas universidades donde se repiten las mismas materias, y que deprimen aún más nuestro maltrecho sistema investigador. En fin, si algo se desprende del Informe dirigido por Mario Draghi es que tenemos que plantear nuestro futuro tecnológico con menos anécdotas y más consistencia y profundidad de pensamiento.
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