Enrique Montiel
Esa música
Algo parece estar cambiando estos días en la ciudad. Se respira un aire de fiesta distinto al de otras celebraciones. La decoración que poco a poco va tomando forma en calles y plazas y los detalles que se van conociendo de ese evento -Cádiz Fenicia- que el gobierno de Bruno García se ha sacado de la chistera (cumpliendo con lo prometido en campaña, que tiene doble mérito en el terreno político) y que se desarrollará entre el 13 y el 21 de este mes tiene un halo de distinción con respecto a lo anterior que se ha venido celebrando en la ciudad en los últimos años. No en los 15 meses que ya acumula el actual gobierno, sino en los ocho que gobernó Kichi e incluso en la época de Teófila Martínez.
Las fiestas, o la apuesta municipal por ellas, se dibujan en el devenir histórico de Cádiz con una permanente curva descendente que ha llevado a la ciudad a repetir un modelo más que anquilosado y a añorar tiempos pasados (de fotos en blanco y negro). Ha venido pasando con la Navidad, más allá de que se iluminen unas calles y no otras o que se gaste una cantidad económica o el triple en el alumbrado, repitiendo hasta la saciedad el recurso de la pista de hielo (sintético, para colmo) y el antiestético tobogán que destroza la visión de la plaza de San Antonio; ocurre con el Carnaval, limitado a los distintos tablaos que se instalan en puntos de la ciudad cubriendo la herrería de su estructura con telas o lonas; con las cabalgatas, que igualmente repiten diseños de carrozas y modelos de los figurantes (más allá de que los disfraces sean más o menos acertado, como ocurrió recientemente con el oso y las princesas que dieron la vuelta a España); y pasa también, por qué no, con el Corpus cada vez más languideciente en las calles del centro.
Frente a esta realidad actual, siempre es evocadora la figura de Accame y las distintas creaciones que a lo largo de su tiempo fue regalando a las fiestas de la ciudad.
Precisamente algo de esto último, algo de Accame, se puede intuir estos días con el montaje del monumento efímero que servirá de entrada a ese Cádiz Fenicia que el Ayuntamiento se ha propuesto recrear. Un monumento que también recuerda a la última época grande en las fiestas de la ciudad, cuando los dioses Hércules, Neptuno y Baco coronaban el torreón de las Puertas de Tierra para saludar a los que venían en Carnaval.
A este monumento efímero, encargado también a un artista valenciano curtido en las fallas y con proyección internacional (Alejandro Santaeulalia), se le van a sumar otros de menor tamaño que se instalarán en las plazas de San Antonio, Fragela, San Juan de Dios o el espacio Entrecatedrales. Así como la decoración que empieza a verse ya en diversos puntos, como la fachada del propio Ayuntamiento o las tan recurridas banderolas que también adornarán con motivos fenicios las calles más comerciales.
En la apuesta municipal cobrará también importancia la iluminación. Para ello, ha sacado un contrato específico que busca recrear el histórico canal de la Bahía que cruzaba el centro desde la Caleta y por la Catedral. Cierto es que la estructura que se está instalando estos días delante del templo diocesano recuerda exactamente a la que en los últimos años se instala durante la Navidad en la calle Cruz Conde de Córdoba (si es que no es la misma), pero el espectáculo de luz y sonido que se anuncia para esos 60 metros de luces y los otros 40 metros que irán en paralelo es un recurso que en otras ciudades llevan años aplicando y que Cádiz se había resistido a incorporar a su oferta de exorno navideño.
Lo mismo ocurre con la programación artística. Casi por primera vez en los últimos años, el Ayuntamiento ha sabido dejar el Carnaval a un lado de un evento extraordinario, a diferencia de lo que ha venido haciendo con las regatas de grandes veleros, la Sail GP y acontecimientos similares. Es más, aunque sea de manera involuntaria o indirecta, lo que La Fura dels Baus está haciendo con autores y componentes regala una nueva dimensión y proyección al arte que en la ciudad se fabrica cada febrero, por lo que el acierto sería doble; primero por apuntar a uno de los grupos artísticos más reconocidos del país (lo que recuerda a la participación de otra reconocida compañía, Els Comediants, en los fastos del Bicentenario de la Constitución de 1812), y segundo por otorgar al Carnaval un papel que va mucho más allá de subirse a un tablao a cantar los repertorios del último febrero o de los últimos años. A lo que hay que sumar, además, la presencia de Edu Guerrero, otro exponente artístico de la ciudad que aporta calidad y singularidad a ese espectáculo que va tomando forma de cara al próximo 21 de septiembre.
Con todos estos ingredientes que empiezan a verse y a conocerse, el Cádiz Fenicia está llamado a ser todo un revulsivo en el área de Fiestas de la ciudad; un punto de inflexión que hace tiempo viene demandando Cádiz por sus constantes síntomas de una Navidad basada en las luces de las calles, un Carnaval estancado en el tiempo con actuaciones a deshoras y el ‘revulsivo’ de una discoteca revestida de carpa, pese a lo cual tanto echa de menos las creaciones de Accame que exornaban la ciudad; o un Corpus del que desaparecieron exornos como los pórticos de San Juan de Dios y, por perder, perdió hace años hasta el romero que daba tanta singularidad a otra de las fiestas con las que se distinguía la ciudad décadas atrás.
La mirada atrás parece haberle venido bien a la ciudad. El recuerdo a los fenicios puede haber traído una inspiración que parecía perdida, y una ambición en el plano celebrativo cuya principal asignatura -pendientes de ver finalmente cómo se desarrolla la fiesta entre el 13 y el 21 de septiembre y de hacer los pertinentes balances posteriores- será mantener el nivel en futuras fiestas. Otra Navidad, otro Carnaval y otro Corpus parecen posibles. Gadir abre la puerta a un nuevo futuro.
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