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He mirado la Isla desde lejos, sé que lo hacen otros, aunque con diferentes propósitos, especialmente los comparativos. Yo no, lo tengo claro, las Isla es para mí como el poema de Pessoa al río que pasa por su pueblo. Incomparable, formo parte de un mundo irreductible, la “universidad” del 44, en la que unas veces éramos profesores y otras discípulos. Me estoy refiriendo a Fernando Miranda y Alberto Otero, González Barba y Germán Caos Roldán, Pepe Hurtado e Ignacio Bustamante, Rafael Duarte y Juan Mena, Pedro López Alemany… Estos “claustros” se daban también en otros lugares, con otros nombres… Digo que las televisiones no daban a esas horas los ruidosos programas que dan ahora, que llamaba nuestro inolvidable Pepe Oneto Revuelta de "picar carne", vivíamos la Isla tranquila que no llegaba al maravilloso The quiet man pero bueno, existía un Camposoto de huertas maravillosas y el agua de casi todos los caños era transparente y diáfana…
En la lejanía, las estampas de aquella ciudad que desaparece en mi nostalgia nos defienden de las tristezas de la vida, de los golpes, de la vida misma. Recordando el eucalipto de las tórtolas y la alberca con verdín de la huerta de Manolo, de agua fría siempre, y pura. Ah, recogíamos cuarzos cuarzos en el "monte" del Cerro.
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