Lola Cazalilla, la alcaldesa que no tendrá Cádiz
Letras Capitulares
La que ostentaba el número 3 de AIG abandona la política -al menos por ahora- dos años después de que casi se diera por hecho de que sería la candidata sustituta de Kichi
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Lola Cazalilla abandona la política, deja su acta de concejala del Ayuntamiento de Cádiz. Pone fin de este modo a una trayectoria de seis años, los cuatro primeros dentro del gobierno de José María González Kichi y estos dos últimos como edil de la oposición. Un adiós que se formalizó en el pleno del jueves y que deja para siempre la duda respecto a cómo hubiera sido Cazalilla como alcaldesa.
Cierto es que en cada gaditano hay un alcalde. Si no es a jornada completa o todos los días de la semana, sí hay chispazos de regidor cada vez que vemos por la calle algún desperfecto, conocemos noticias relacionadas con el Ayuntamiento o sufrimos la lentitud o algún revés por parte de la administración local. El “si yo fuera alcalde de Cádiz…” que cantó Kichi antes de plantearse lo que le vendría luego tras las municipales de 2015 y que realmente todos llevamos dentro. Pero en el caso de Cazalilla, esa posibilidad de verla sentada en el sillón del despacho más grande de cuantos hay en San Juan de Dios, se puede decir que la ciudad llegó a acariciarla.
Efectivamente durante muchos meses se vino barajando la posibilidad de que Lola Cazalilla, por aquel entonces concejala de Cultura y Fiestas, fuera el relevo de José María González en las elecciones de 2023. Antes incluso de que Kichi confirmara, después de meditarlo durante meses, que no optaría a la reelección, el nombre de Cazalilla es el que más sonaba fuera de los círculos de Adelante; y dentro también.
No en vano, la anterior responsable de Cultura y Fiestas se posicionó tras su incorporación al gobierno municipal en 2019 como uno de los rostros amables de un gobierno bastante discreto en cuanto a capacidades y muy desaparecido en cuanto a la relación con la ciudadanía o con los medios de comunicación. Cazalilla era una excepción a esa tónica general, como lo era un Martín Vila que fue el primero en anunciar que no repetiría en las elecciones de 2023. A la concejala de Cultura era muy habitual verlas en esos actos a los que renunciaban el resto de sus compañeros.
A esta cualidad política sumó otra virtud: llevarse bien con prácticamente todos los colectivos con los que guardaba relación. Lola Cazalilla supo entenderse con el mundo del Carnaval, tan dispar en cuanto a asociaciones y representantes y con tantos intereses particulares y económicos dentro. Y lo hizo además con un intervencionismo decidido, aunque maquillado en foros a los que ya se acudía con las decisiones tomadas, con cambios que fue introduciendo, e incluso con la apuesta de celebrar el Carnaval en verano cuando la pandemia impidió hacerlo en febrero. De todo ello salió adelante la concejala.
En el lado opuesto, o contiguo, difícilmente encontrará Cádiz un cofrade que hable mal de la anterior responsable de Cultura, que supo también lidiar con este sector de la ciudad al que acompañó en actos y al que mantuvo la atención municipal, con algún que otro resbalón como el de la rampa que no tuvo el Corpus por culpa de ese Carnaval veraniego que hubo que cambiar de fecha por un error de previsión de Adelante.
En el plano cultural no se puede decir que propusiera una gran revolución en la ciudad, ni que lograra temporadas para la historia de los teatros, los museos ni los equipamientos municipales. Pero supo también caminar sin sobresaltos, sin apenas críticas, sin protestas señaladas a lo largo de sus cuatro años.
Todas estas virtudes, frente a la evolución del resto de sus compañeros y la disputa interna propia entre el sector de Adelante y el vinculado a Ganar Cádiz, dibujaron a Cazalilla como el relevo perfecto del alcalde.
No obstante, un análisis interno entre el sector más próximo a Kichi determinó finalmente que fuera David de la Cruz quien liderara la candidatura, con Cazalilla a su lado (y luego en el tercer puesto de la lista tras la confluencia con Ganar Cádiz a la que hubo que ceder el segundo puesto para ir de la mano).
Días antes de confirmar la concurrencia de Adelante Izquierda Gaditana, el entorno del exalcalde decidió que si concurrían solos a las elecciones, Lola Cazalilla sería la candidata; pero que si se aprobaba la confluencia, lo sería De la Cruz. El motivo, esgrimían, es el carácter más conciliador, o la mano más izquierda (nunca mejor dicho) que tiene el actual portavoz del grupo municipal. Y hubo confluencia, por lo que no hubo Cazalilla como candidata (de lo que, dicho sea de paso, nunca se ha quejado ni ha comentado).
El resultado de las elecciones ya es bien conocido, con un descalabro considerable por parte de Adelante recibiendo incluso menos votos que el PSOE; pero con un escenario en el que apenas unos centenares de votos le dieron la Alcaldía al PP y no a Óscar Torres. Por ello, desde el mismo instante en que cerraron las urnas, quedará para siempre la pregunta de qué hubiera pasado si la candidata de la izquierda hubiera sido Cazalilla en lugar de De la Cruz. ¿Habría recibido AIG más apoyos, habida cuenta de que la concejala era un rostro conocido, que se había ganado a algunos de los sectores más representativos de la ciudad y que podía poner como aval su experiencia y su gestión? ¿Hubiera, incluso, jugado Adelante la carta del feminismo, en unas elecciones a las que únicamente concurrían hombres en el resto de partidos?
Nada de esto se sabrá. Y 21 meses después de aquella noche electoral, Lola Cazalilla ha dejado de ser concejala de la oposición. Se marcha la posible alcaldesa que no tuvo, ni tendrá, Cádiz.
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