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Lo tengo claro. Que me perdonen los demás pero el manco es el mejor. Nadie ha sido capaz en mi vida de emocionarme como él lo ha hecho. Un hombre familiar, queriendo con locura a sus padres, un caballero. De los que se visten por los pies pero de verdad, no como otros cuatreros. Porque en esta fiesta de Satanás cualquiera se pone unos pantalones con fondillo a lo Cantinflas y se hace el honorable mientras mete la mano en la caja B como si fuera el mismísimo Bárcenas. Pero el manco no. Jamás. Don Jerónimo Almagro es el mejor alcalde que ha tenido Cádiz en su historia. Lo digo yo que he conocido a una docena. Y que me perdone mi Teo, que buenas conversaciones nos hemos pegado las dos en esa penitencia del Nazareno bajando por Jabonería, que allá que iba la pobre hasta con muletas, como si fuera el Cojo Manteca pero sin romper el mobiliario urbano. Pero es que mi manquito tenía un señorío que no se puede aguantá. A mi alcalde nunca tuvo nadie narices de fabricarle un bulo. Ya se sabe que en aquellos años las únicas redecillas que había eran las que las señoras de buena voluntad nos poníamos antes de irnos a dormir para preservar la permanente. A lo más que se llegó fue a exagerar alguna de sus facultades, como cuando contaban que era capaz de pelar las gambas con una sola mano, proeza, por cierto, a la que no llega ni Vizcaíno, y mira que entrena en esta faceta más que Kouamé, que a ese sí que le pegaron por un quítame allá esas pajas. No como al pobre de Bruno. Que tiene dos manos pero está indefenso ante tanto mentiroso y tanto hijo de Belcebú.
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