Náufrago en la isla
Manuel Muñoz Fossati
El coste del milagro
Ni siquiera necesitamos ver saludos más o menos explícitos de dudoso gusto perpetrados por estrellas emergentes del universo reaccionario para intuir de lejos el fascismo. Al menos, no si se tienen el sentido del olfato y la memoria altamente desarrollados. Sibilino, aunque letal cuando anula el sentido común, el hedor fascista se torna impúdico, arrebatado, inmisericorde al ensañarse, sin excepción siempre, con aquellos que habitan los márgenes, el lugar desde el que se construyen la conciencia colectiva y la lucha por un mundo más justo. El superlativo ego de nuestros tiempos, potenciado por una implacable dictadura de algoritmos, vuelve a poner el foco sobre los que no tienen nada que perder porque ya nacieron al raso. Ojalá más valientes como la obispa de Washington, más Karla Sofía Gascón. Ojalá más sopapos a la cara de la fétida inhumanidad que secuestra la libertad, la de verdad.
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