Preliminares COAC
Orden de actuación

Mariann Edgar Budde

El Alambique

25 de enero 2025 - 07:00

Tenía que aparecer un rasgo de esperanza entre tantas sandeces. Oírle me aterraba. Una campaña electoral basada en el odio resulta demasiado vulgar. Una pesadilla que sin duda, fue influenciada por dos libros que acabo de leer: Imposible decir adiós, de Han Kang y Victoria, de Paloma Sánchez Garnica. Tras leerlos deduzco que la maldad y el odio vuelcan sus semillas cuando nos creemos lo que verbalizan algunos líderes. La fragilidad de la paz no puede estar en manos de los que necesitan vender armamentos, despedazar continentes en busca de tierras raras o socavar la tierra aunque contamine. ¿Creerán, como los faraones, que se pueden llevar sus riquezas al otro mundo?

¿Cómo puede un presidente culpar a los migrantes más pobres, que se ven obligados a huir de sus países, o a los que son de otra manera? Y para remate, la misa. Ese empeño de cada gobernante de endiosarse. ¿Qué hará ahí? Pensé. ¿Acaso nunca leyó lo de dar posada al peregrino, o alimentar al hambriento?

Después he sabido que no todo parece perdido. Que la Iglesia Americana hizo lo que tenía que hacer: dar la cara por los sin voz, por los que sufren, por tanto pobre y marginado. El discurso de la obispa Mariann Edgar Budde suplicando y aconsejando al presidente soberbio ha sido emocionante y valiente.

Que la esperanza viniera de la mano de una mujer obispa, casada, con hijos y abuela, recordándole al presidente que “hay niños gays, lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos que temen por sus vidas” o que los migrantes que cubren los trabajos peores, aunque carezcan de documentación no significa que sean delincuentes, o que suplicara: “Ayude a quienes huyen de la guerra y la persecución para que encuentren aquí una bienvenida. Dios nos enseña a ser piadosos con los extraños, porque todos somos extraños en esta tierra”, nos llena de orgullo.

Y todo esto, recién iniciado el Jubileo, en donde se pide por los que sufren, por las guerras, porque se detengan los efectos del cambio climático, y por la unión de las Iglesias Cristianas.

Alguna luz tenía que filtrarse.

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