El Alambique
J. García de Romeu
Una Medalla de Oro
El Alambique
Los debates, al fin y al cabo, enriquecen, las opiniones abren la mente, y en este caso, opiniones hay cientos, tantas como piernas en la humanidad. Nos puede gustar mas o menos, pero realmente, en qué nos afecta, ¿tanto molesta una medalla?... ¿lleva aparejada alguna paga vitalicia que supone un ingente gastos para las arcas municipales…?. La Hermandad de La Soledad, y también del Santo Entierro, y muchas cosas más, pero en definitiva… de La Soledad, recibió un reconocimiento. Motivos, muchos, pero con la humildad que caracteriza a las hermandades, ninguno que debamos reproducir, cada cual que mire y aprenda. Por mi parte, ese reconocimiento pues es solo eso, y nada más, es un reconocimiento merecido, necesario, pues aunque no pregonen, ni necesiten premio alguno, siempre es bueno reconocer la labor de cada cual. Es un reconocimiento que llega cuando tiene que llegar, pues nunca es ni tarde ni pronto. El problema viene ahora con la ola de laicismo que arrasa España, que quiere condenar al ostracismo el sentir de muchísimas personas, en un claro y democrático respeto a la religión que se profese, siempre y cuando no sea la Católica.
Si la medalla de oro se la hubieran concedido a cualquier otra institución el júbilo de algunos no hubiera alcanzados cotas más grandes. Y es que las voces autorizadas, las que más gritan en las redes como justicieros, no se dan cuenta de que la calle es distinta, que su mundo es otro, y que la realidad es que el sentir es bien distinto. Enhorabuena a la hermandad por su merecidísimo reconocimiento, innecesario para ellos, algo que no merma ni hace crecer sus ganas de trabajar, pero que siempre es bienvenido por el que lo recibe. Y es que somos muchos los que sabemos de su labor social, sus obras de caridad, su acercamiento silencioso a quienes más lo necesitan… no está en sus manos resolver todos los problemas y carencias, pero el esfuerzo y cualquier acto que merme las carencias, jamás debe ser criticado, al contrario, hay que estimularlo, apoyarlo y reconocerlo. Como decía, opiniones hay tantas como adoquines, maldad mucha, pero estoy convencido de que somos más los que aplaudimos y nos alegramos, que el resto. Lucidla con orgullo y a sabiendas de que es merecidísima.
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