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Roberto Scholtes
¿Tienen aún potencial los bancos?
el poliedro
Quizá recuerden aquella película,No mires arriba, en la salida de la crisis pandémica, 2021. Es una sátira política con aires de ciencia ficción, y decimos aires porque su argumento ya no es tan de ficción, con la amenaza del peñasco que cada día se nos pinta como más probable actor del cataclismo final, que de eso iba la película. En ella hay meteorito canalla, intoxicación de la opinión pública con redes sociales, altísimos políticos falsos y ladinos como Judas de plástico, aliados en un contubernio con los máximos prebostes de la industria tecnológica, incluidos fabricantes de cohetes colonizadores y armamentísticos, con total influencia sobre la Casa Blanca y su presidenta Orlean, interpretada por la deliciosa Meryl Streep. No sé si les suena el cuadro, cuatro años después. Desconozco qué diferencia hay entre un meteorito y un asteroide, así que los consideraremos sinónimos.
Sucede que, mientras que el entramado criminógeno deNo mires arribapretende ocultar lo inevitable a la crédula opinión pública, para abrirse por patas los codiciosos, con el pedrusco apocalíptico en el candelero sucede lo contrario, y no se nos pastorea para que no miremos al cielo, sino que las criaturitas de a pie tenemos –súbitamente– el corazón en un puño ante las crecientes probabilidades de choque y desaparición de nuestra especie: anteayer, un uno y pico por ciento; ayer viernes más de un 2%. Todo ello sucedería el 22 de diciembre de 2032, justo el día del sorteo del Gordo de Navidad. Cabe jugar con que la probabilidad de que te toque ese día el décimo que compraste a todo lo que dan sus cinco números es de una entre cien mil. Pero, ojo, un 2% de “casos favorables sobre casos posibles” –por utilizar la jerga estadística– de que nos haga pupa galáctica el 2024YR4 es mil veces más probable que forrarse con la lotería nacional (por cierto, Elon Musk bautizó a un hijo con el entrañable nombre de X Æ A-12).
Para morirse de miedo. ¿O se trata de eso? ¿O se trata de que, al revés que en la película, no dejemos de mirar arriba y abajo, al llanero solitario y sideral y a la vez a la cacharrería política hecha barro mundial con Donald Trump como elefante desatado? No aprecio en nada la llamada conspiranoia, patria argumental de cada vez más terrícolas y vecinos, pero no sabe uno adónde mirar: aranceles hechos misiles, anexiones de Canadá, Groenlandia, o la masacrada franja de Gaza propuesta como resort de alto standing, previa deportación masiva. Se malicia uno, ya puestos a alucines, que la estrategia es un desembarco combinado tierra-aire de dimensiones planetarias, la Operación America First, “por todos mis compañeros y por mí primero”, como se decía al salvarse uno, solidario, en el juego del escondite, aquello que llamábamos los niños pretecnológicos el “coger-ver” o el “coger-coger”. Mira arriba, y cágate; mira abajo, y reincide. Carpetovetónico, recuerda uno laFábula de los tres hermanosque cantaba Silvio Rodríguez: “De tres hermanos, el pequeño se fue por la vereda a descubrir y a fundar, y para nunca equivocarse o errar, una pupila llevaba arriba y la otra en el andar (...) y cuando vino el tiempo el tiempo de resumir, ya su mirada estaba extraviada entre el estar y el ir”. Un verdadero sin vivir. De aquí a 2032. Un catalán diría “ascolti, poca broma”. Pero uno se defiende con la coña marinera, que es un derecho fundamental y un mecanismo de defensa, como infinitésimo inquilino de ese “pálido punto azul” con el que, poético, denominó a la Tierra Carl Sagan, tras ser fotografiada en 1990 desde la Voyager-1, a 6.000 millones de kilómetros. No somos nadie. Pero resistamos ante quienes nos dañan tirando de nuestra dentadura con un barbuquejo artero e inclemente. Sonriamos, con cierto rictus de pavor.
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