Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
El Alambique
Recibir a personas inmigrantes no solo es beneficioso, sino también un acto profundamente humano y solidario. Nuestra historia como pueblo está marcada por la emigración, ya sea por razones de guerra o por la búsqueda de mejores oportunidades. En tiempos difíciles, muchos de nuestros antepasados se vieron obligados a dejar su tierra natal en busca de un futuro más prometedor. Hoy, muchos de nuestros hijos, formados con gran esfuerzo y sacrificio, se encuentran en el extranjero debido a la falta de oportunidades laborales dignas en nuestro país. Esta realidad nos recuerda la importancia del apoyo y la empatía hacia quienes buscan un nuevo comienzo lejos de su hogar.
Es incomprensible que algunas personas, que se identifican como cristianas, renieguen de socorrer al prójimo que necesita ayuda. Los principios cristianos de amor y compasión les llaman a ejercer la benevolencia, a tender la mano a quienes sufren y a ofrecer refugio a los más vulnerables. Combatir a mujeres, ancianos y niños con barcos de guerra es una contradicción flagrante a estos valores. En lugar de levantar muros y barreras, de sacar a pasear cristos y vírgenes para lavar sus malas conciencias, deberíamos incitarles a construir puentes de entendimiento y apoyo. Llevan mucho tiempo opositando para ser unos miserables de doble moral.
La historia nos ha enseñado que la humanidad progresa cuando actuamos con comprensión y fraternidad. Es nuestro deber moral y ético recibir a quienes llegan a nuestras costas en busca de una vida mejor. Al hacerlo, no solo estamos ayudando a quienes lo necesitan, sino que también estamos honrando nuestra propia historia y los sacrificios de nuestros antepasados.
Recibir a personas inmigrantes es un acto de humanidad que beneficia a todos. Nos enriquece culturalmente, fortalece nuestra economía y nos recuerda los valores fundamentales de solidaridad y conmiseración. Es hora de que todos, independientemente de nuestras creencias, actuemos como verdaderos buenos samaritanos y abramos nuestros corazones y nuestras puertas a quienes buscan un nuevo comienzo.
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