El Alambique
Libertad Paloma
Negociaciones
El Alambique
Tenemos la política europea patas arriba porque los parlamentos están cada vez más fraccionados y no hay manera de llegar a pactos. Desde las cuatro esquinas del continente se escuchan voces que se preguntan por qué esos representantes a los que votaron no hacen su trabajo y se ponen de acuerdo. Ponerse de acuerdo supone negociar, argumentar, convencer y ceder. En resumen, una incomodidad que esperamos que afronte la clase política pero que no queremos para nuestra vida diaria.
Una vez vi una charla de un gurú de las organizaciones industriales que, a propósito de la complejidad de las empresas, ponía el ejemplo de una pareja que, para evitar discusiones, decidía tener dos teles en casa y no tener que negociar qué ver cada noche. El ejemplo ha quedado obsoleto porque el consumo audiovisual se hace por otras vías, pero las formas de evitar negociaciones, incluso en el seno familiar, se han multiplicado.
Escuchar la radio en el transistor, poner música en la minicadena o encender la tele eran actos compartidos, voluntariamente o no. Resignarse o negociar, no quedaba otra. Ahora tenemos móviles, tablets y auriculares para consumir individualmente lo que se nos antoje sin molestar a nadie. No hay que esperar a que otro cuelgue para usar el teléfono; las casas cada vez tienen más baños para evitar porrazos impacientes en la puerta; y hasta el aire acondicionado del coche, foco de tantas disputas, se regula para cada pasajero. Últimamente la publicidad me bombardea con unas gafas que permiten disfrutar de una pantalla panorámica aunque esté sentada en la sala de espera del médico. Ya ni para ir al cine necesitaremos pactar la película que veremos.
Si estos hábitos se han implantado tan rápidamente es porque nos facilitan la vida. Nos evitan discusiones, a veces por cuestiones nimias. Estos pequeños debates se han esfumado, y con ellos también nuestro particular entrenamiento para la negociación. Si queremos una clase política con más capacidad de acuerdo, impongamos la ley de “un baño, una tele, aire centralizado” a cada cargo que tome posesión.
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