El Alambique
Libertad Paloma
Todo es posible
Ha tenido que llegar un alcalde responsable y pío para entender que la plaza de la Catedral no puede convertirse en Sodoma y Gomorra el sábado de Carnaval por la noche. Pero a Bruno se le ha quedado corta la medida, porque en lugar de los botelloneros va a programar actuaciones de agrupaciones ante la Santa Iglesia y ante la estatua de mi admirado obispo Silos Moreno. Al menos, el público que escucha a los grillos mojados con disfraz, a esas cabras con faringitis, a esos ciervos de berrea, no es tan salvaje como el de los botellones. Me agrada que conduzcan a ese ganado hacia el muelle, cerca del agua, mmmmm, lo que en mí provoca malvados pensamientos que los eliminaré de un plumazo ahora cuando baje a San Antonio a rezar a San Judas. Me comenta mi sobrino Anselmo, infiltrado entre las hordas, que hay uno que sale en cuartetos, un tal Galgo o algo así, que se harta de decir cuando es entrevistado (me sonroja pensar que esta patulea merezca entrevistas) esta frase: “Que no vengan”. En pocas ocasiones estoy de acuerdo con los monerías estos de la farándula, pero este individuo tiene razón. Que no vengan los bárbaros de fuera a dejar la ciudad como una cochambre, que no vengan los que venden ordinarias papas rellenas, que no vengan las agrupaciones de fuera a decir mamarrachadas... y que no vengan ni las de Cádiz, incluida la del Galgo (no merece llamarse Ángel), así nos ahorramos este suplicio, como dijo aquella secretaria del jurado.
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